Razones tienen Francisco González Ibaseta y Mari Luz Arias Llorián para sentirse orgullosos de su hijo y no sólo porque acabe de llevarse un bote de 1,5 millones de euros al completar el "rosco" del concurso televisivo "Pasapalabra". Ya lo estaban, y mucho, antes de eso. En la casa familiar de Colloto hay muchas fotos de Fran a la vista. En el mismo vestíbulo hay una de cuando era un bebé, guapo y sonriente. Sus padres cuentan que fue un chiquillo que llamaba la atención, y que desde bien pequeño destacó por su inteligencia. No fue un niño de matrículas hasta que llegó a la Universidad, porque se aburría en las clases, y tardó en hablar. Lo hizo a la vez que empezó a leer. A Fran le encanta el pan, y cuando era pequeñín, si estaban en un restaurante, iba de mesa en mesa intentando robar la ración de otros comensales. Una de esas veces, tendría poco más de 2 años, se acercó hasta la de una mujer, que tenía a mano un ejemplar de LA NUEVA ESPAÑA, y pronunció su primera frase. "Las primeras palabras de Fran cuando rompió a hablar fueron 'LA NUEVA ESPAÑA', y más tarde 'Ducados A' ", que era la marca de tabaco que se fumaba en casa, cuentan.

Así se adentró Fran González en el mundo de las palabras, hasta acabar en un programa que se llama "Pasapalabra" y en el que ha hecho historia, batiendo el récord de permanencia con diez meses en el recurso y relanzando las cifras de audiencia del programa, con media España pendiente de sus progresos. Su madre dice que es imposible salir por Madrid con él sin parar una y otra vez a firmar autógrafos y hacerse fotos; lo mismo pasa en León, donde pasaron parte del verano, y no digamos en Asturias. Fran González, que es más bien tímido, se agobia a veces pero lo sobrelleva con paciencia y educación.

El éxito en "Pasapalabra" no le ha llegado por casualidad. Fran González ya destacó en el casting de la selección de concursantes. Sus padres cuentan que los directivos del programa dijeron que no habían visto nada igual. El ovetense seguía el concurso casi desde sus inicios y se ha hecho todos los roscos, no le basta con memorizar las palabras, sino que indaga sobre ellas. "Sabe cantidad de curiosidades", comentan sus padres, desde la historia de Mambrú, el que dice la canción que fue a la guerra, hasta la de Sardanápalo, el rey de Asiria. Lo del concurso ha sido "un trabajo, no una lotería", afirma su madre.

Tres días a la semana el chófer de producción pasaba a recogerle por la residencia en la que vive en Madrid a las 6.30 de la mañana, lo llevaba al estudio de Telecinco, grababa tres programas y hacia las 14.30 horas lo recogía y le acercaba hasta las clases. En el trayecto Fran aprovechaba para comer un bocadillo.

Fran González fue un alumno normalito, hasta que llegó a la Universidad, siempre quiso ser biólogo y con 6 o 7 años se hizo imprimir unas tarjetas con su nombre y su teléfono y la palabra "biólogo". Aprendió a leer sentado en las rodillas de su abuelo, lector diario de LA NUEVA ESPAÑA. Cuando advirtió que su nieto seguía los renglones y avanzaba por el texto siendo un bebé y sin aún hablar, le ponía a prueba dándole la vuelta al periódico, y el pequeño Fran giraba la cabeza para seguir leyendo.

Pasabalabra: Así fue como Fran González, el crack de Pasapalabra, rompió a hablar con LA NUEVA ESPAÑA

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González Ibaseta explica que su hijo es "superdotado", que estudió en las Teresianas y en un centro específico para niños con alta capacidad intelectual, y que su inteligencia no le salió gratis. En su momento, Fran necesitó la ayuda de un psicólogo, porque en clase se aburría, se distraía y no encontraba el estímulo que recibía en casa. Cuando regresaba del trabajo, el padre de Fran se sentaba con él en la habitación, delante de una pizarra y juntos hacían ejercicios matemáticos. Devora los libros y todo le interesa, y uno de sus sueños es abrir una librería. Por ahora seguirá adelante con su máster de Virología en Madrid.

Cuando acabe los estudios viajará a Irlanda, donde quiere pasar seis meses mejorando su inglés. Es un joven de gustos sencillos, como sus amigos, y no es de mucho salir. No consume más alcohol que un culín de sidra muy de vez en cuando y es bueno a rabiar. Las pasadas Navidades estaba empeñado en invitar a un mendigo a cenar. De novias no quiere ni oír hablar, aunque a su madre se le escapa que tiene "una amiga" y, de vuelta a las palabras, tiene a medio escribir una novela sobre el País Vasco.