Los datos sobre la evolución en Asturias de la pandemia de COVID-19 correspondientes a la jornada del 10 de abril constatan la tendencia que ya se venía apuntando los últimos días: descenso de casos activos, descenso de la presión sanitaria y aumento de curaciones. Siete han sido los fallecidos durante el día, una cifra aún elevada aunque todo parece indicar que el número tendrá que ir descendiendo las jornadas venideras. La cifra de personas en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) aún se ha recortado más, al pasar de 65 a 62, y las hospitalizaciones han bajado de 346 a 330. Son, sin duda, buenos datos; pero como hemos repetido en numerosas ocasiones, no supone la victoria sobre el virus. Quedan aún muchas batallas y quizás las que restan sean las más difíciles.

El gobierno regional presentó hoy mismo un completo informe de análisis epidemiológico de casos confirmados hasta el pasado 7 de abril. El reporte sobre la incidencia de la enfermedad por edades o sexo se asemeja a las pautas que hemos visto tanto en el conjunto de España como en otros países: mayor contagio en mujeres (quizás por estar más expuestas el tareas asistenciales), aunque el desarrollo de la enfermedad causa mayor gravedad en hombres.

El análisis llevado a cabo por el Servicio de Vigilancia Epidemiológica constata la predicción del matemático asturiano Juan Luis FernándezJuan Luis Fernández. El catedrático de Matemáticas de la Universidad de Oviedo, en colaboración con la también profesora Zulima Fernández-Muñiz, pronosticó ya en la fase de inicio del estado de alarma que Asturias tendría el pico en el entorno de las fechas en las que ahora las autoridades señalan, y que el máximo de casos diarios en España se produciría con unos días de retraso respecto a Asturias.

Los epidemiólogos del Principado han advertido de que el descenso de casos puede ser más lento del esperado y la llegada a los umbrales de mínimos casos diarios aún podría prolongarse en el tiempo.

En la pormenorizada estadística resultan llamativos dos datos. Primero, que casi la mitad de las personas contagiadas detectadas proceden de los geriátricos (personal o usuarios) o se trata de personal sanitario. Ese hecho nos indica que gran parte de la población infectada lo ha sido por estar en contacto con enfermos en lugares al margen de las medidas de confinamiento. El segundo dato es la estimación de en torno a 10.300 infectados en toda Asturias, sumando los casos detectados por las autoridades sanitarias con los que hayan podido pasar la enfermedad en sus domicilios con sintomatología leve o de manera asintomática. Eso representa aproximadamente el 1% de la población asturiana, con lo que el 99% de los asturianos aún estarían susceptibles de enfermar en una segunda oleada.

Este hecho es especialmente relevante. ¿Cómo vamos a afrontar la fase de salida del confinamiento? Esa es la principal cuestión que debería comenzar a preocupar a las autoridades. Prolongar la suspensión de la actividad económica tiene nefastas consecuencias y mantener el confinamiento comenzará pronto a tener consecuencias negativas en la población. Pero al mismo tiempo, abrir demasiado la salida de los domicilios nos arriesga a otra propagación masiva de la enfermedad que solo podría atajarse con un nuevo confinamiento para evitar otra situación de riesgo de colapso sanitario.

El debate sobre lo que las autoridades han llamado el "desescalado" es peliagudo. Si la tasa de personas que ya se han inmunizado (por haber pasado la enfermedad) es demasiado baja, las medidas de control deberían ser más amplias. De ahí la importancia de realizar numerosos test para detectar cuanto antes a la población infectada. Los test rápidos adquiridos por el Ministerio de Sanidad no parecen la herramienta más adecuada para llevar a cabo una selección rápida entre la población, dado que cuentan con dos debilidades. La primera, que pueden detectar como negativo a una persona infectada que aún no haya empezado a mostrar los síntomas de la enfermedad y a desarrollar los anticuerpos para combatirla. La segunda, que cuando detecta a una persona con anticuerpos, tampoco discierne si posee esa inmunización por que ya ha vencido la enfermedad o porque aún se encuentra combatiéndola y por tanto puede ser contagiosa. Será necesario realizar además las pruebas del test PCR, que detecta restos genéticos del virus, para señalar finalmente en qué estado se encuentra cada paciente.

Pero poder identificar de manera clara a las personas infectadas, en especial si son asintomáticos o se encuentran en el tramo en el que aún no manifiestan la enfermedad (5 días) pero pueden contagiarla, resulta esencial para garantizar que no volverán a reproducirse brotes que, una vez descontrolados, terminen iniciando otra escalada de contagios que vuelva a poner en riesgo el sistema sanitario. Solo un periodo de confinamiento y limitación de actividad podría atajar un crecimiento desorbitado de casos.

Parece razonable creer que en algún momento tendremos que enfrentarnos al virus y, probablemente, terminar infectada una gran parte de la población para reforzar la inmunidad de grupo hasta que en el plazo de algo más de un año podamos contar con una vacuna. Pero eso no podrá suceder de forma súbita: solo la estricta observancia de las normas de distanciamiento y de protección, así como la prolongación de ciertas decisiones como el teletrabajo o la supresión de cualquier actividad pública que conlleve aglomeración, podrán reducir los riesgos de contagio.

Se hará necesario volver a la actividad laboral y la responsabilidad personal se convertirá en la mejor arma para combatir la pandemia, en vez de optar por establecer unas restricciones prolongadas que terminen asfixiando la economía. ¿Dónde estará el equilibrio? Eso es lo que tratan de dilucidar expertos en las distintas administraciones autonómicas y en el Ministerio de Sanidad.

Ese tiempo en el que iniciar una nueva etapa se aproxima. Las previsiones de los matemáticos asturianos Juan Luis Fernández y Zulima Fernández-Muñiz, que de manera tan precisa modelizaron la evolución de la pandemia, pasan por que en un plazo de 15 días la incidencia de nuevos contagios sea ya muy baja. La prórroga vigente para el estado de alarma se agota entonces y las autoridades deberán decidir entre prolongar otros quince días las limitaciones actuales o buscar una fórmula intermedia, también teniendo en consideración el comportamiento de la enfermedad en los diferentes territorios.

El modelo elaborado por los matemáticos Juan Luis Fernández y Zulima Fernández-Muñiz permite también conocer en qué estado se encuentra la enfermedad en cualquier territorio, y prever también su pico.

Estados Unidos, en el pico

El COVID-19 parece estar en el máximo de contagios en Estados Unidos, país que podría pasar a una etapa de descenso de casos que, no obstante aún se prolongaría durante más de 20 días. El control de los principales focos en el país puede hacer que se cumpla este pronóstico, pero si el virus se propaga a otros territorios en los que hasta ahora la incidencia ha sido menor esa tendencia se quebraría.

A nivel global, aún falta para el máximo

La llegada más tarde del COVID-19 a los países de Sudamérica y África ha demorado su escalada de contagios, pero esta continuará creciendo. El máximo de casos diarios mundial puede producirse en aproximadamente una semana.

Europa, desigual

La curva correspondiente a distintos países europeos nos permite ver la manera desigual en la que se encuentra la pandemia. Así, Italia está ya en descenso, pero Holanda aún no ha llegado al pico de contagios diarios. También Francia puede terminar creciendo los próximos días hasta alcanzar su máximo en una semana. Alemania, en cambio, ya se encuentra en fase descendente, pero Suecia tiene por delante un largo camino de al menos dos semanas para llegar al máximo de contagios diarios. Austria está en una situación similar a la de España e Italia, aunque los últimos días le está costando reducir a mejor ritmo los casos diarios. Bélgica es otro territorio que se encuentra ya en su momento de más casos diarios, lo que no ocurre con Dinamarca, aún en ascenso. Portugal también puede hallarse en el pico. Rumanía, Polonia o Irlanda son países que aún no han sobrepasado la parte de mayores contagios.