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Emotiva carta a la madre de Tenerife de la asturiana que también perdió a sus hijas asesinadas por su padre: “Las que hemos pasado por ello estamos contigo”

La madre de las niñas Amets y Sara, asesinadas por su padre en Soto del Barco, ofrece apoyo a Beatriz Zimmermann: “Solo el que sufre algo así sabe lo duro que es”

Un monolito en Soto del Barco recuerda a las dos pequeñas asesinadas por su padre en 2014. | LNE

“Las madres que hemos pasado por ello estamos contigo”. Bárbara García, la madre de Amets y Sara, las niñas de Soto del Barco asesinadas por su padre en 2014, quiere mandar a través de una carta abierta enviada a LA NUEVA ESPAÑA un sentido mensaje de apoyo a Beatriz Zimmermann, la mamá de Anna y Olivia, las pequeñas a las que ha matado su progenitor en Tenerife. “Solo el que sufre algo así sabe lo duro que es esto”, dice la mujer, quien en estos momentos es consciente de que no hay consuelo ni palabras que sirvan para aliviar el gran dolor de la canaria, que ha estado más de un mes sin saber nada del paradero de sus pequeñas.

Es una carta con el único afán de mostrar su solidaridad y ofrecer a Beatriz Zimmermann un apoyo que Bárbara García también recibió en su día –y agradece mucho– de otras madres como Ruth Ortiz, una de las caras más visibles de la lucha en España contra la violencia vicaria tras el brutal asesinato de sus hijos Ruth y José en 2012 a manos de José Bretón. “Como mujer y como madre sé por lo que estás pasando, y si puedo ayudarte, aquí estoy”, dice la asturiana, que sabe como nadie que ahora toca única y exclusivamente arropar y apoyar a Beatriz Zimmermann.

Puedes leer la carta completa aquí:

¿Es posible superar algo así? Sostienen las madres que algo así nunca se supera. Pero queda una ventana por la que entra algo de luz y algo a lo que aferrarse: el recuerdo de sus hijos. “Merece la pena cada día salir de la cama, ponerse en pie, para que la sociedad no olvide a nuestra niñas”. Es lo que ha ayudado a Bárbara García a salir adelante y en su afán siempre ha estado que nadie olvide a Amets y Sara, que tenían 9 y 7 años cuando su padre las mató a golpes en su domicilio. Luego ese “monstruo” se quitó la vida. Una forma de actuar que casi siempre se repite: atentar contra los hijos con el único objetivo de hacer daño a la madre para luego suicidarse. Es esta quizás la cara más cruel del maltrato, la de volcar en los niños todo el odio y la rabia contra la mujer, a la que creen de su propiedad y no toleran perderla. Con todo, estas mujeres hace solo seis años que han sido reconocidas como víctimas de la violencia de género, no sin antes tener que pelear por ello.

La necesidad de poner más medios a disposición de las víctimas (claman por órdenes de alejamiento de los padres maltratadores de sus hijos), de cuidar que no les falte de nada para poder salir adelante (trabajo, ingresos) y de mejorar los mecanismos de detección de casos de maltrato (“para que no haya más” Amets y Sara, ni Anna y Oliva, ni Ruth y José, etcétera) son las principales y básicas demandas de unas mujeres que solo por el hecho de haber pasado por algo así merecen todo el respeto y atención de la sociedad.

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