Jordi Doce traduce la poesía esencial de Yeats

El autor asturiano traslada la capacidad "asombrosa para grabarse en la mente" de cuarenta poemas del irlandés

Jordi Doce. | Luis Burgos

Jordi Doce. | Luis Burgos / Tino Pertierra

Tino Pertierra

Tino Pertierra

El irlandés William Butler Yeats (1865-1939) es uno de los más grandes poetas de su tiempo, categoría refrendada con el premio Nobel de 1923. El poeta asturiano Jordi Doce se enfrenta a la titánica tarea de traducir a un titán de las letras en la recopilación de 40 poemas esenciales "He extendido mis sueños a tus pies", ilustrada por Sandra Rilova y editada por Nórdica.

Explica Doce a LA NUEVA ESPAÑA que "son muchos los versos y expresiones de Yeats que perduran entre nosotros gracias a su capacidad asombrosa para grabarse en la mente y ser ese ‘habla memorable’ que, según Auden, debe ser la poesía: ‘No es país para viejos’, sin ir más lejos, vía Cormac McCarthy y los hermanos Coen; o también, ‘he extendido mis sueños a tus pies: / pisa con suavidad, porque pisas mis sueños’. O aquello tan repetido en estos tiempos de que ‘los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores / están llenos de brío apasionado’. O poemas que se han convertido en letra de canción folk, como ‘La isla del lago de Innisfree’".

Ese don del poeta para crear objetos verbales que se mantienen intactos a lo largo del tiempo tiene que ver "con tres rasgos fundamentales: la musicalidad del verso; su gusto por la frase sentenciosa y casi aforística; y el acento visionario de un puñado de poemas (’El segundo Advenimiento’, ‘Un aviador irlandés prevé su muerte’, los dos poemas de Bizancio...) que están entre lo más alto de la lírica del siglo XX. No es casual que muchos de esos poemas surgieran fruto de un trabajo duro y constante de artesano".

Jordi Doce. A la izquierda, portada del libro. | Luis Burgos

Portada del libro traducido por Jordi Doce. / Tino Pertierra

Para sus textos extensos, afirma, Yeats solía preparar un boceto o borrador en prosa "donde planteaba el asunto del poema y también su desarrollo argumental. Y, al lado de ese boceto, una lista de rimas y palabras importantes. Como un albañil que dispusiera sobre el suelo sus útiles y materiales de obra. Y luego, muy lentamente, a razón, en ocasiones, de dos o tres versos diarios, construía el poema hasta que todas las piezas encajaban. Como él mismo escribió en ‘La maldición de Adán’: ‘Un solo verso puede llevarnos horas, / pero si no parece algo pensado en un instante / todo nuestro coser y descoser es en vano’".

Hay muchos Yeats, recuerda Doce: el poeta, el dramaturgo, el activista político, el senador, el practicante del esoterismo y las artes ocultas, el compilador de baladas y leyendas populares. Pero la crítica "suele marcar dos etapas claras y diferenciadas en su obra. En la primera, el joven Yeats, influido por los simbolistas franceses, Oscar Wilde y los artistas prerrafaelitas, ensaya una poesía de acento popular y neorromántico, empapada de las viejas leyendas célticas y las brumas del norte. Es el Yeats del ‘crepúsculo celta’. En la primera década del siglo XX, al cumplir los cuarenta años, Yeats reúne tempranamente su obra, publica su ‘poesía completa’ y empieza un viaje hacia una escritura más seca y directa, a veces con aire de epigrama, fuera esos viejos ropajes de niebla y vaguedad lírica, que no duda en adoptar un aire combativo y hasta polémico y en tocar temas que muchos seguían considerando tabú: el tirón del deseo, la decrepitud del cuerpo, el poder arrasador de ‘la ira y la lujuria’ y, por encima de todo, la capacidad del arte para destilar las impurezas de la vida y convertirlas en un ‘monumento inmarchitable’".

Yeats, recalca Doce, "no fue solo un recuperador de los viejos mitos y leyendas célticas, sino que fue adepto a mitificar su propia vida y la de sus amigos y allegados. Así sus muchos poemas de amor, de los que este libro ofrece una buena muestra, a Maud Gonne, su musa y una de las figuras centrales del movimiento nacionalista irlandés, en los que aparece como una nueva Helena de Troya o uno de los ‘olímpicos’".

Yeats se supo en el centro de la historia de Irlanda, "agente y protagonista de los sucesos de su tiempo, y no dudó en relatar su propia vida desde esa atalaya privilegiada. La concesión del premio Nobel no hizo sino reforzar esa actitud y convertirle, de paso, en el primer poeta nacional de la Irlanda libre".

Estas versiones datan originalmente de hace diez o quince años y han acompañado a Doce "a lo largo de todo este tiempo. Tuve en su día el proyecto de preparar una amplia antología de poemas y obras de teatro de Yeats. El proyecto quedó inconcluso por razones que ahora no vienen al caso, pero de entre el centenar largo de poemas que traduje en su momento he espigado 40 que dan cuenta de la variedad de intereses, asuntos y técnicas formales que caracterizan esta obra: la escritura amorosa, la canción, el epigrama, el poema visionario, la elegía más o menos meditativa, el momento de iluminación en medio del tráfago diario… Creo que configuran una buena introducción a una obra fundamental de lo que todavía es nuestro tiempo".

Nada le haría más ilusión que "facilitar el acceso de un lector joven o que se inicia en la poesía a la obra de Yeats".

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