El humor de mi vida, de Paz Padilla: existencialismo a través del teatro con escala en Avilés

La obra se pudo ver el pasado mes en el teatro del Centro Cultural Oscar Niemeyer

Paz Padilla y Valderrama.

Paz Padilla y Valderrama.

Andrea García Casal

‘’El hombre absurdo dice "sí" y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos, no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días’’.

El mito de Sísifo. Albert Camus. 1942.

El humor de mi vida es la obra icónica de la cómica, actriz y presentadora conocida como Paz Padilla (María de la Paz Padilla Díaz, Cádiz, 1969). Se trata de una creación en doble formato, por lo que existe una versión literaria —un libro— y otra plasmada en un espectáculo teatral. El tema abordado es exacto y se adapta según el medio de representación: las vivencias de Padilla con su marido Antonio Juan Vidal, desde que se conocieron hasta el fin de los días de su marido, aquejado de una grave enfermedad.

La representación se llevó a cabo en Asturias gracias al Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer, situado en Avilés, cuyo equipo profesional decidió albergar el evento en su auditorio. Lo cierto es que se trata de una apuesta interesante, alejada de lo convencional respecto a la programación de artes escénicas. La elección de un espectáculo teatral tiende a dar vida a representaciones clásicas, pese a lo denso del concepto clásico y también a las realizadas en la contemporaneidad. Sin embargo, a mi juicio, no es demasiado frecuente que se apueste por un tipo de dramaturgia protagonizada por personajes mediáticos al estilo de Paz Padilla.

Quizá es la forma de trabajar de determinados/as programadores/as culturales, decidiendo contratar exclusivamente, o con más asiduidad, a quien goza de popularidad en el ámbito cultural en el cual quieren intervenir. Igualmente se valora el talento, claro está, pero ¿si la actriz proviene de otro campo, verbigracia, la televisión, es lícito o resulta intrusista que labore en el mundo teatral?

El personaje famoso en los medios de comunicación no debe verse como un entrometido en las artes escénicas, pues también esos medios son manifestación de la cultura

El personaje famoso en los medios de comunicación no debe verse como un entrometido, pues también esos medios son manifestación de la cultura. A colación de esto, el filósofo David Sobrevilla Alcázar señaló las diversas definiciones que tiene el término cultura en uno de sus artículos de investigación, siendo interesante la interpretación de que existe una cultura de élite y una cultura de masas; una cultura de la minoría dominante y otra de la mayor parte de la población, creando marginación social en el último grupo.

Como dicha acepción de la cultura todavía repercute en la sociedad, el hecho de que lo popular viaje al espacio de la flor y nata significa una integración y democratización del acto cultural. Añadir un/a protagonista mediático/a es una manera de programar cultura atendiendo a los distintos tipos de público y, sobre todo, fomenta al público potencial, reconociendo que algunas personas jamás o raramente acudirían a un espectáculo teatral de no ser por el reclamo de la figura famosa que participa en el evento. 

Y esa fama no resta calidad a la pieza teatral cuando se plantea al estilo de El humor de mi vida; una autobiografía de la protagonista. Asimismo, se trata de un monólogo dramático, que también podría parecer trágico, fatídico, pero si aludimos al origen latín de la palabra fatal, —fatum—, significa el destino —fluyendo sin detenerse—. Y, precisamente por las risas que pudieron escucharse en el Niemeyer, compensadas al caerse algunas lágrimas de tristeza, sabemos que el público asistió a un drama veraz. Cada público que se deleite con El humor de mi vida reaccionará del mismo modo que aquel presente en Avilés; de eso no cabe duda.

Por las risas que pudieron escucharse en el Niemeyer, compensadas al caerse algunas lágrimas de tristeza, sabemos que el público asistió a un drama veraz

Sin embargo, este humor de la vida de Paz Padilla, pese al desenlace aciago para el ser querido, no deja de ser un humor. Es el humor de su vida y siendo ella humorista de profesión, el juego de palabras es evidente. La propia actriz caracteriza a su humor como negro a lo largo del espectáculo, pero eso no quiere decir que no pueda ser divertido.

En especial, ese humor tiene la capacidad de articular la pieza de manera muy dinámica. El público se siente arrastrado a mantenerse en constante tensión, tras encadenarse los acontecimientos gratos con los dolorosos rápidamente. La intervención musical en directo a cargo del músico Juan Fernández de Valderrama, fiel acompañante de la protagonista en este evento refuerza la carga sentimental de la representación, hasta tal punto de poder crear una similitud entre el monólogo con la zarzuela. Igualmente, evoca la fusión de las artes escénicas.

Asimismo, la obra de Padilla y su brillante equipo invita a vivir la vida del mismo modo que explica el filósofo existencialista Albert Camus en sus obras, sobre todo en El mito de Sísifo (1942), el cual introduce el presente texto. Es llamativo resaltar como un monólogo sobre la vida puede conducir a reflexionar acerca de la actitud existencialista, en la que el existir se entiende absurdo y, por tanto, se debe asumir y afrontar de la mejor manera posible, aunque dicho existir no tenga jamás un fin concreto. De ahí que Camus hable de que cada persona es dueña de su tiempo, observando esta cuestión desde una perspectiva individualista. No consiste en que la vida simplemente nos empuje hacia la muerte y esté vacía. Lo que se pretende es entender la vida lo suficiente como para poder aceptar sus plurales circunstancias, algunas desastrosas, es decir, la muerte de alguien a quien amamos o de nosotros/as mismos/as. Y poder avanzar y enriquecer la experiencia, de un modo u otro.

La pieza de Padilla se convierte en una manera didáctica de hacer teatro y transmitir contenidos filosóficos, particularmente existenciales, de los que incluso el público no tiene por qué tener conocimiento

La pieza de Padilla se convierte en una manera didáctica de hacer teatro y transmitir contenidos filosóficos, particularmente existenciales, de los que incluso el público no tiene por qué tener conocimiento. La estructura de la representación, pero también el lenguaje ameno, el tono sentido y la cercanía gestual de la artista, más las canciones perfectamente elegidas y ejecutadas, facilitan la comprensión de un mensaje del que es muy difícil hablar con soltura: vivir la vida sin cuestionar su término. O lo que es idéntico: actuar al estilo de Sísifo, personaje mortal de la mitología griega al que alude Camus. Por condena divina se le obligó a hacer rodar una enorme roca sin ningún propósito, pero Sísifo fue capaz de contentarse en su pequeño mundo. Todavía sumergido en un castigo, es libre —frente a creer y guardar respeto a las deidades—.