"Yo ya lo dije muy claro en su momento. En esta casa no entra ni un televisor ni nada como no entre lo primero una lavadora. Y así fue. La primera fue una Edesa", recuerda María Luisa Arias, de 91 años, natural de Proaza y vecina de Villanueva, que durante buena parte de su vida, hasta que llegó la traída del agua al pueblo, allá por años setenta –como recuerda otra vecina, Josefina Fernández–, iba a lavar a las riegas de Las Xanas y de El Sabil.
"Con la lavadora toconos una lotería muy grande", añade Josefina Fernández, mientras recuerda lo dura que era aquella labor. "Yo no me acuerdo de cuando se lavaba en el río, a mí me tocó venir aquí a lavar a todas horas. Este lavadero siempre estuvo abierto, pero nos quejábamos porque había mucha corriente y hacía mucho frío, entonces cerráronlu y también nos pusieron luz", rememora.
Las dos vecinas de Villanueva (Santo Adriano) participaron, junto a otras mujeres, en un nuevo taller del Ecomuseo La Ponte, dentro del programa "(a)bordando el territorio", incluido en el proyecto europeo "Tierra de mariposas", coordinado por el ecomuseo y en colaboración con una organización islandesa y otra francesa. Esta actividad estuvo organizada por Violeta Gomis y Eva Martínez.
"Estos son talleres intergeneracionales en los que hacemos un trabajo de recuperación de la memoria oral de las mujeres rurales, buscando espacios de encuentro entre ellas y las nuevas generaciones. En este lavadero ya realizamos una intervención el 8 de marzo, un taller de mariposas con lana que desde entonces cuelgan en él", dice Violeta Gomis.
Eva Martínez, por su parte, recordó, entre otras cosas, la relevancia de los lavaderos como un lugar de encuentro de las mujeres, donde además de lavar se compartía información: por ejemplo, el orden en que había que lavar la ropa y cómo en algunas casas se realizaba la colada de la ropa blanca, colándola con agua caliente y ceniza para desinfectarla, limpiarla y blanquearla, para luego aclararla en el río o en el lavadero y luego tenderla al verde.
"La ropa más sucia, que era la de los paisanos, se enjabonaba y se lavaba cerca del desagüe, y luego la de color; la blanca se lavaba en otra zona más alejada y luego se aclaraba en el aclaraderu", explica Josefina Fernández. Junto a ella Paloma García, también vecina, pero de una generación más joven, recuerda que acompañaba al lavadero a su tía Maruja: "Poníame aquí en la tabla y dábame las piezas pequeñas como calcetines, bragas o pañuelos".
Para Paloma esta actividad de La Ponte "sirve para que la gente joven sepa cómo se vivía antes, la necesidades que se pasaban. Cuando hicieron este lavaderu para las mujeres del pueblo fue una salvación", señala.
Para finalizar, Eva Martínez y Violeta Gomis pidieron a las participantes que escribieran en una tela palabras que definieran esta labor. Así, desde ayer y a modo de reivindicativo tendal se puede leer: "Qué tiempos más duros", "mujer, memoria, territorio", "fuerza", "trabajo", "alma", "manos que saben", "conceyu", "compañeras" y "hermandad".