Otro 25N sin soluciones

Sara Álvarez Rouco

Sara Álvarez Rouco

Eliminar la violencia contra las mujeres, esa idea a la que no vamos a renunciar y que quizá algún día veamos cumplida, debería estar por encima de controversias partidistas y más allá de toda pretensión manipuladora. Sin embargo, este 25N nos sirve para constatar que los engranajes de las izquierdas empoderadas trabajan, otra vez, con intención de contaminar y desvirtuar las iniciativas ajenas, esas que temen porque amenazan su hegemonía.

Soluciones como las propuestas por Vox, que incluyen la derogación de la legislación actual, inoperante, dañina y liberadora de criminales, o la imposición de penas de cárcel permanente a estos culpables, entre otras, son el único camino. Por eso resulta doloroso ver que todas ellas son desechadas sin reparo, por mero sectarismo ideológico, amenazando con convertir el deseado fin de la violencia contra las mujeres en una utopía.

Nos preguntamos cómo aceptar que en pleno siglo XXI, paradójicamente el periodo más avanzado de todos los tiempos, nuestros gobernantes sean incapaces de doblegar a asesinos de mujeres, violadores, acosadores e indeseables de esta calaña que arrancan la vida a víctimas y a familias. Cómo entender que cualquiera de nosotras puede verse sometida a una agresión o incluso morir a manos de estos criminales sin que el gobierno socialista logre prevenirlo. Cómo es posible, qué horror, que en este 25-N anticipemos que pronto, al iniciarse el nuevo año, miles de mujeres van a padecer irremediablemente por esta causa y, lo que es peor, decenas de ellas van a engrosar las listas de nuevas víctimas mortales.

España, una de

las naciones supuestamente más avanzadas en derechos sociales –la socialista liderada por los falsos guardianes de la igualdad– queda en evidencia a la hora de intentar erradicar esta violencia de baja estofa y primitiva, porque no saben aplicar el remedio adecuado.

En Vox, mantenemos nuestros postulados año tras año para eliminar esta lacra y sabemos que la solución al drama que sufrimos nunca vendrá de la mano de la absurda Ley de Violencia de Género, un lastre para la sociedad, ni tampoco de la arquitectura social vigente, un patrón de vida que penaliza el desarrollo en niños y jóvenes y el equilibrio de los mayores.

El ansiado punto de inflexión llegará, seguro que sí, pero solo cuando la violencia se trate con un rigor exento de populismo. Llegará cuando toda la sociedad, concienciada y participativa, se conjure para la solución.