La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El observatorio

Decididamente inferior

El Eibar deja en evidencia a un Sporting que sigue sin encontrar remedio a su crisis

Ante el Eibar al Sporting le ocurrió ayer algo peor que la derrota: constatar que a estas alturas no sabe cómo salir del atasco en el que está metido. Es una víctima de su propia inferioridad. Cuando hace bastantes jornadas comenzó a encadenar malos resultados, pudo achacar sus penas a una coyuntura forzada, la que establecía el calendario. Aquella no era su Liga, se esgrimía como disculpa. Pero cuando han llegado los equipos teóricamente accesibles, el Eibar por ejemplo, la mala racha continúa, inmutable. El partido de ayer en El Molinón fue a ese respecto para los seguidores sportinguistas algo peor que una tremenda decepción: una invitación a ponerse en lo peor si no lo habían hecho ya.

Terrible Eibar

El Eibar se le agigantó al Sporting, sobre todo en un primer tiempo en el que fue netamente superior en todo: en concepción del juego, en capacidad física y técnica y en efectividad. Todas las disputas del balón eran para los jugadores eibarreses, tanto en la primera jugada como en la segunda. Mejor colocados en el campo, más rápidos, más hábiles, conseguían siempre la pelota y la hacían circular con tanta velocidad como precisión. Es un equipo muy bien trabajado este de Mendilíbar, que ha sabido dar una segunda oportunidad estimulante a jugadores como Adrián y Pedro León.

Los destrozos de Adrián

Si para el Sporting el Eibar fue un problema insoluble, el Adrián del primer tiempo se convirtió en una pesadilla. Fue el hijo de Míchel el que escenificó con tanto verismo la supuesta falta del minuto 2 que convenció al árbitro de que aquello, que no había sido nada, merecía ser sancionado con penalti. Pena máxima que Adrián convirtió en gol con implacable seguridad. Fue Adrián quien en el minuto 17 cabeceó al poste. Y también fueron suyos los disparos que en los minutos 20 y 22 no pudo blocar Cuéllar y dieron ocasión a Pedro León y a Luna para conseguir sendos goles, que ponían el partido imposible para el Sporting.

Una defensa en la inopia

La eficacia del Eibar encontró, de todos modos, una colaboración tan involuntaria como eficaz en una defensa que, como la sportinguista, volvió a estar una vez más en la inopia. Cuéllar seguramente pudo hacer más en los dos tiros de Adrián, pese a que iban fuertes, rasos y con bote, pero, siendo eso cierto, lo fue mucho más que sus zagueros tardaron mucho en reaccionar. Tal ocurrió con Isma López, en la jugada del segundo gol eibarrés, en la que se vio sobrepasado por la rápida reacción de Pedro León. Y algo peor sucedió en la del 1-3, pues el balón quedó flotando ante Amorebieta y Lillo, que parecieron debatir cortésmente sobre a quién le correspondía despejar aquel balón que tenían a menos de dos metros de sus pies, y mientras tomaban una decisión vieron cómo aparecía Luna y se lo llevaba todo: el balón, el gol y hasta el partido.

Ni con suerte

El Sporting pudo quejarse de su infortunio al ser castigado apenas comenzado el partido con un penalti inexistente. La suerte no tardó en compensarle con un resbalón de Riesgo, el portero rival, que permitió a Carmona conseguir un gol que parecía oro puro, ya que le daba a su equipo la oportunidad de volver a empezar. Pero no la aprovechó, porque a continuación el Eibar le pasó por encima como una apisonadora de Fórmula 1. Como el Sporting no aprovechó otra ayuda de la suerte en el segundo tiempo, cuando un tiro de Nacho Cases tropezó en el cuerpo de su compañero Lillo, caído en el suelo, para convertirse en un remate mortal. Ese segundo gol volvía, en teoría, a meterle en el partido. Y en cierta medida lo hizo. Se recompuso algo en defensa, con la contundencia de Babin, y recuperó en parte el centro del campo, con la aparición del hasta entonces desafortunado Sergio, pero le faltó calidad para crear ocasiones de gol.

El temible Molinón

En circunstancias como las que vive el Sporting puede considerarse normal que los más directos afectados por el desastre busquen excusas. Es comprensible que a los jugadores rojiblancos les puedan los nervios, pero no tanto que los atribuyan al ambiente de su propio campo, como dan a entender algunos. Y es que, lejos de ser un implacable juez de los suyos, El Molinón se está comportando como un ámbito paciente y generoso, capaz de aferrarse a cualquier estímulo, por débil que sea. Ayer en el minuto 89 celebró el lanzamiento de un saque de banda cerca de la portería eibarresa poco menos que como si fuera un penalti a su favor.

Compartir el artículo

stats