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Toda una vida

Ciriaco Cano: "No dormía pensando que podía bajar al Sporting a Segunda B"

"La temporada 2005-06 fue la única en la que he tenido realmente presión entrenando a un equipo"

Ciriaco Cano: "No dormía pensando que podía bajar al Sporting a Segunda B"

Ciriaco Cano es extremeño, estuvo a punto de encauzar su vida en Elche y desde hace 46 años es un gijonés más. Llegó por el fútbol y se quedó por la familia, al casarse con Natalia Villabona, con la que ha tenido tres hijos: Carmen, Natalia y Álvaro. En 2006 se sentó por última vez en el banquillo del Sporting. No lo echa de menos porque aquella temporada, llena de calamidades, le dejó para el arrastre. Desde entonces disfruta del fútbol sin intentar desmenuzar todos los partidos al detalle.

Noble, Leal y Benéfica

"Nací en 1948 en la Muy Noble, Muy Leal y Muy Benéfica ciudad de Plasencia. Mi padre, Félix, trabajaba como albañil y después como conserje en un ambulatorio. Mi madre, Sofía, se encargaba de la casa. Cocinaba muy bien, no se me olvida su sopa de migas. Tengo tres hermanas. Mi padre había jugado algo al fútbol. Tengo fotos suyas, con aquellos pantalones antiguos arremangados y una cinta en la frente".

"El balón era lo único que teníamos para divertirnos. El fútbol y el río. Vivíamos al lado de un parque donde hacían la instrucción los militares. Cogíamos la pelota y a jugar hasta que oscurecía. Estudiar, lo mínimo, a final de curso para los exámenes".

Del parque a San Calixto

"A unos cuantos de los que jugábamos en el parque nos llamaron para el equipo de los aprendices del Plasencia. Tendría 15 ó 16 años. Jugábamos en el campo de San Calixto. Allí me calcé mis primeras botas de fútbol, unas Marco. Me ponían en el centro del campo y tiraba las faltas. Me llamaban El Flaco".

Lo que pudo ser y no fue

"Como quedamos campeones de Extremadura, un año jugamos contra el Madrid. Ganamos 2-0 en casa, pero la vuelta la jugamos en el Bernabéu y nos metieron un 6-1. A raíz de aquello me llamaron para una prueba en la Ciudad Deportiva. No me puse nervioso. Fui a pasarlo bien, a disfrutar. Querían que me quedase, pero a mi padre no le convenció porque de aquella no tenían residencia ni nada. En aquel momento mi padre no me dijo que el Madrid quería ficharme. Muchos años más tarde, cuando era secretario técnico del Sporting, fui a ver un partido a la Ciudad Deportiva del Madrid. Del Bosque me pidió que fuera con él al palco. Allí me quiso presentar al responsable de la cantera, Miguel Malbo, que dijo que ya me conocía, que era el que había hablado con mi padre para fichar por el Madrid. No le doy vueltas a aquello porque nadie sabe lo que hubiera pasado. Probablemente, como tantos otros chavales, nunca habría jugado en el Madrid".

El fútbol da dinero

"Estuve dos años en los aprendices antes de fichar por el Plasencia, pero nunca llegué a jugar. Me vio jugar un viajante de calzado de Elche y en enero del 67 mandaron un ojeador a verme. Me pidieron que fuera a hacer una prueba. Viajé con mi padre en tren, haciendo transbordo en Alcázar de San Juan. Jugué un par de partidos con el filial, el Ilicitano, y le dijeron a mi padre que ya me quedaba allí".

"Mi primer sueldo en el Ilicitano fue de unas 115 pesetas. Me sobraba dinero porque vivía con una familia. Llegaba a casa en verano y lo había ahorrado casi todo. Hice la reválida y me planteé estudiar, pero no era fácil. En el Ilicitano ya entrenábamos mañana y tarde".

"En los años 60, Elche era un pueblo grande. Me juntaba con los del equipo, tengo los mejores recuerdos de aquella época. Todavía mantengo contacto con alguno, como Juan Ramón, que tenía fábricas de calzado y todos los años nos mandaba zapatos para mí y para mi mujer".

El salto a Primera

"Deportivamente nos fue bien. Ascendimos a Segunda División. En el partido decisivo, Altabix estaba lleno. En el verano del 68 me pasaron al primer equipo, que también había ascendido. Ahí pasé a tener el sueldo de soltero, entre 500 y 600 pesetas, y una ficha de 45.000 pesetas. Fue una ayuda para la familia. Se lo mandaba a mi madre, que era la que administraba el dinero".

"El salto a Primera no me asustó. Con el Ilicitano jugábamos partidos de entrenamiento contra el Elche y los veteranos nos cosían a patadas, sobre todo Ponce y un par de paraguayos que daban miedo. Debuté en la primera jornada, en casa, ganando 4-1 al Córdoba, con Roque Máspoli de entrenador. El siguiente partido fue en San Mamés. De ahí guardo un recuerdo en la pierna por una entrada de Iñaki Sáez nada más empezar. De aquella no había espinilleras y me abrió una herida en la tibia que nunca cicatrizó. Esa temporada y la siguiente no pude jugar muchos partidos porque tuve que hacer la mili. Fueron 18 meses y ya el primer día el teniente Pastor me advirtió de que no iba a tener ningún privilegio. Pero me llevé bien con él y después iba a verme jugar en Altabix".

Bienvenido al barro

"En la tercera temporada, 1970-71, jugué 29 partidos y el Sporting se interesó por mí. Pagaron un millón y medio de pesetas, de aquella su mayor traspaso. Apenas conocía Gijón. De los viajes con el Elche, el hotel Hernán Cortés, Begoña y poco más. Cuando me incorporé, en julio, cogí un taxi para ir a Casa Herminio y había llovido tanto que la Puerta de la Villa estaba inundada. El cambio también me costó en lo futbolístico porque los campos se embarraban. Yo estaba acostumbrado a pasar con el interior del pie. Hasta que Tati Valdés me dijo que tenía que meter la bota por abajo, aunque fuera para pasar a cinco metros".

"Los jugadores de aquel equipo éramos gente sencilla. Los que estábamos en Casa Herminio íbamos a entrenar caminando, charlando tranquilamente, casi siempre de fútbol".

"Iba a comer muchas veces con Churruca al mesón de Sancho. Allí conocí a Natalia, que iba con las amigas a tomar algo cuando venía de estudiar de la facultad. Nos casamos en el verano de 1972".

El Sporting de oro

"Por resultados viví la mejor época del Sporting. Por juego también. El año que quedamos subcampeones merecimos ganar la Liga. Nos perjudicaron mucho los árbitros, sobre todo contra el Madrid. En aquella época era algo habitual. Me acuerdo de un árbitro balear (Borrás del Barrio) en el Bernabéu. Aquello fue clamoroso. Íbamos ganando 0-2 y hubo un penalti clarísimo que no nos pitan, un gol legal que nos anulan, Pirri llamándole de todo al árbitro, Benito lo mismo. Roberto Martínez hizo falta en el gol del empate. Después, en El Molinón, nos ganaron bien. El Sporting nunca estará tan cerca como entonces de ganar un título".

La parroquia de Ciri

"No sé si la afición me trató bien o mal. Ya me podían pitar o aplaudir, me daba igual. En el campo hacía lo que creía que tenía que hacer. A veces me daba la vuelta y parecía que retenía demasiado el balón. Yo quería dar criterio y sentido al fútbol, no se puede jugar siempre a mil por hora. No pensaba en la reacción de la gente. Después, tomando una cerveza, algunos compañeros me decían: "vaya parroquia que tienes, Ciri". Pero bueno, si pitaron a Quini, qué podíamos esperar los demás".

Miera tenía razón

"Vicente Miera nos enseñó a ser profesionales. Se preocupaba por todo, el descanso y la alimentación. Las concentraciones eran beneficiosas para el equipo. Cuando jugábamos la UEFA estábamos dos días a la semana en casa. Era duro para los que teníamos familia. Natalia llevaba todo el peso en casa. Pero los resultados le dieron la razón".

La cuesta abajo

"Fui titular hasta la temporada 1981-82, en la que tuve tres lesiones y pasé por el quirófano. El doctor Ramón González Vázquez, cuando veía las cosas complicadas, nos decía: ¿Tienes algún negocio o algo?".

"En la temporada 1982-83, con Boskov de entrenador, sólo jugué seis partidos. En verano estaba en la playa con Natalia y leyendo el periódico me enteré de que me daban la baja. Nadie en el club me dijo nada".

"Empecé a entrenar el infantil del Sporting. Para mí fue otro mundo. No digo que me gustase más que jugar, pero era una gozada trabajar con los chavales. Ves cómo mejoran y eso te llena. Hubiera sido feliz entrenándolos siempre, pero tenía que buscarme la vida. Estuve en Mareo hasta juveniles y después entrené al Cacereño, y al Castellón. Un año me fui al Plasencia por un motivo familiar y antes de acabar la liga me fui al Elche, que estaba en Segunda B, y se quedó Sebas, un amigo, que acabó ascendiendo, como yo con el Elche. La temporada siguiente el presidente del Elche, Quiles, me presionaba para poner a determinados jugadores. Me negué y me echaron en febrero. El nuevo entrenador puso a los que quería el presidente y descendieron".

La UEFA y más

"En la temporada 1990-91 estaba de secretario técnico con Plácido Rodríguez de presidente. En la jornada 14 me pidió que cogiera el equipo. Salió bien porque en diciembre el equipo estaba por abajo y nos clasificamos para la UEFA. Pero para mí el mayor éxito fue a la temporada siguiente. Quedamos octavos, a dos puntos de los puestos de Europa, pero se habían marchado jugadores importantes y se incorporaron jóvenes que no se adaptaron a la categoría. Tuvo mucho mérito".

El señorío y el dinero

"En 1992 empezaron las sociedades anónimas, entró un consejo de administración y ficharon a otro entrenador. Podían hacer lo que les diese la gana, pero no me dijeron ni pío, ni siquiera que no contaban conmigo. No sé si esta forma de actuar es norma en este club. Cada uno en su empresa hace lo que le da la gana. El señorío no lo da el dinero".

Carretera y manta

"Los diez años siguientes, cuando entrené al Castellón y al Elche, y después al Badajoz y Leganés, fueron duros. Los lunes, después de entrenar, cogía el coche y para Gijón. El martes tenía que volver para entrenar el miércoles. Todo lo malo se lo tragó Natalia, que atendía a los hijos. En medio tuve los últimos diez partidos de la temporada 1999-2000 con el Sporting, que estuvimos cerca de subir a Primera".

Para quedarse en blanco

"En el verano de 2005 me llamó Vega-Arango para que entrenase otra vez el equipo. El presidente me dijo que estaban en apuros por el proceso concursal. Fue la única vez que he tenido realmente presión entrenando a un equipo. No dormía pensando en que iba a ser el primer entrenador que bajaba con el Sporting a Segunda B. Una vez, dando la charla en el vestuario, me quedé en blanco. Fue la experiencia más dura con diferencia. Ya íbamos muy justos y en diciembre me dijeron que tenía que desprenderme de tres jugadores. Hicimos todos los viajes en autobús, yo creo que ahí se me acabó de fastidiar la rodilla. Teníamos que controlar los cambios para no meter más gente de la permitida del filial. Los azulejos del vestuario se caían, no había papel higiénico...".

"Las pasamos muy duras, durísimas. Pero en la plantilla me encontré con gente muy buena, muy profesional. Si no llega a ser por ellos, no sé qué hubiese sido del Sporting. Yo no cobré hasta el mes de septiembre. Tampoco esa vez me dijeron si seguía o no. Como era de la casa, nada".

Otra vida, otro fútbol

"Desde 2006 tuve alguna opción de entrenar en Segunda B. No me apeteció ir a sufrir, sin saber si iba a cobrar o no".

"Me he dedicado a la familia. No puedo hacer deporte por culpa de la rodilla. Tendré que poner una prótesis. Me dedico a ver fútbol, pero sin analizar los partidos al detalle. A El Molinón voy pocas veces. En Mareo habré visto un par de partidos, cuando vino el Cacereño. Parece que vas a pedir algo y te miran con mala cara. Pero en resumen puedo decir que disfruté con el fútbol. Ha sido mi pasión y lo sigue siendo".

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