Hace tres días celebró su 19 cumpleaños, pero el mejor de los regalos lo recibió ayer. Pelayo Suárez fue llamado por Paco Herrera para entrenarse con el primer equipo, elevando así a ocho la nómina de futbolistas del filial que han dado el salto en esta pretemporada. La necesidad de contar con un cuarto central, ante la baja de Fernando Amorebieta, cuya marcha al Independiente de Avellaneda está próxima a cerrarse, fue uno de los motivos para premiar al gijonés, uno de los jugadores que más ha crecido, deportivamente, en la última campaña.

A veces, un detalle es capaz de definir las intenciones. Algo así pasó con Pelayo Suárez en su primer entrenamiento a las órdenes de Paco Herrera. La sesión se encontraba en una fase en la que los jugadores estaban divididos en dos equipos, realizando un ejercicio de posesión en una de las mitades del campo. Lillo avanzaba con fuerza hacia un balón dividido, con aparente ventaja y un ritmo que invitaba a los contrarios a guardar la posición antes que a la disputa ante uno de los futbolistas de más pundonor de la plantilla. La respuesta de Pelayo fue lanzarse con medio cuerpo en el aire, alcanzar a cortar la pelota y levantarse tendiendo la mano al alicantino, entre sorprendido y enrabietado por su repentina aparición. La sonrisa de Herrera, mientras animaba al que peor había salido parado, Lillo, delató que la acción le gustó al entrenador.

La progresión de Pelayo Suárez en la última campaña ha hecho que el club se replantee la situación de otro joven central sobre el que había muchas esperanzas puestas, Juan Rodríguez. Herrera quiere valorar si Pelayo está en condiciones de convertirse en el nuevo Meré, o si opta por dejarle continuar creciendo en el filial. De momento, ya ha apuntado al gijonés para la temporada de la reconquista.