La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Exjugador del Sporting

Sólo tres camisetas para una larga y exitosa carrera deportiva

Enzo Ferrero se planteó su llegada al Sporting en 1975 como un trampolín hacia un grande del fútbol europeo y lleva 42 años en Gijón, donde vive con su mujer, Nilda, y dos hijos. Fue un jugador decisivo en la edad de oro del Sporting, en el que se retiró en 1985. Considera que el club no le ha recompensado como merecía los servicios prestados. En 2008 sufrió un infarto agudo de miocardio del que se recuperó casi totalmente. Disfruta de su jubilación viendo fútbol y cuidando a su nieta, Celia, con la esperanza de que el Sporting le encuentre acomodo en su fundación.

Memorias de Campana

"Campana es una ciudad de unos 60.000 habitante a 70 kilómetros de Buenos Aires. Cuando yo era pequeño había mucho trabajo, con dos empresas grandes, la petrolera Esso y Dalmine, estilo Aceralia, de fabricación de tubos. Mi padre, Vicente, tenía un taller mecánico cerca del puerto. Mi madre, Noide, trabajaba en casa. Tengo un hermano dos años más pequeño, Óscar, que jugó en el Sporting".

"Jugábamos al fútbol en cualquier campito y al bowling, como los bolos americanos, pero con bolas pequeñas. En Secundaria pasé a una escuela industrial que te permitía trabajar, por ejemplo, en Dalmine".

El salto a Boca

"En el colegio empecé a jugar a futbito con seis años. Siempre fui muy hábil. Era diestro, pero mi padre me obligaba a jugar mucho con la pierna izquierda. Mi padre era de Cuneo, cerca de Turín, y había jugado en categorías inferiores en Italia, pero le pilló la Segunda Guerra Mundial con 19 años. Después, en 1945, se marchó a Argentina y apareció por Campana, donde conoció a mi madre, hija de italianos".

"Mi padre era hincha de Argentinos Juniors y a mí desde pequeño me gustaba Boca Juniors. A los once años me eligieron mejor jugador de un torneo que organizaba Boca. Me dieron una beca para probar por un equipo de Primera División y elegí Boca. Había mil niños. Jugué el primer tiempo, metí tres goles y me apartaron. Me dijeron que tenía que ir el sábado directamente a La Candela, las instalaciones de Boca".

"En Argentina el fútbol se organiza por edades. Empiezas con once años en la décima, en fútbol 7. Con doce pasas a la novena, ya en campo grande. Jugamos contra la novena de Boca, que había salido campeona, y le ganamos. De ese equipo llegamos dos a Primera División".

"Seguí viviendo en Campana y viajaba dos veces por semana a Buenos Aires. Me metía un tute tremendo porque las conexiones eran muy malas. Dos horas como mínimo para ir y dos para volver. Hasta que, con 15 años, el club llamó a mis padres para que fuera interno a La Candela".

A gusto en La Candela

"Quedarme en La Candela lo llevé bien porque había muchos chicos de todas las edades. Fue duro separarse de la familia, pero me atendían muy bien. Los fines de semana venían mis padres a ver el partido y me volvía con ellos a Campana".

"En aquel momento ni me planteaba vivir del fútbol. Con 15 años me tocaba jugar con la séptima y me pasaron a quinta. Al poco tiempo, con 16, a tercera, que era el que jugaba antes del primer equipo en La Bombonera. El segundo equipo era el de los reservas y jugaba en otro campo. La Bombonera impresionaba hasta vacía, pero así nos íbamos acostumbrando".

"La tercera era como la sub-19. Por eso en Argentina los jugadores debutan tan jóvenes. La afición empieza a conocer a los jugadores que vienen de abajo y los pide para el primer equipo. Mi primer contrato lo negoció mi padre. Yo sólo cobraba las primas".

Con los ídolos

"Llegué al primer equipo con 17 años, para una gira por el norte de Argentina. El entrenador era Omar Sívori, aunque el que me sacó fue el Nano Gandulla, un ojeador extraordinario"

"Boca jugaba un 4-3-3. A mi me gustaba jugar en el centro del campo, de "8" o de "10". Pero como metía goles me ponían de "9". En esa época había muchos delanteros el primer equipo, así que el Nano Gandulla me puso de extremo izquierdo, que fue donde debuté".

"Todos los jugadores de Boca eran ídolos. Cuando debuté estaban Marzollini y Rattin, que habían estado en el Mundial de Inglaterra. Me enteré de que iba a debutar el día antes. Avisé a mi casa, pero a mis padres no les dio tiempo a llegar. Lo vieron por televisión. Fue contra Banfield, en La Bombonera. Metí un gol. Ya nunca más dejé el número 11".

"Mi padres se vinieron a vivir a Buenos Aires. No querían dejarme solo porque al debutar en Primera tuve que dejar La Candela".

La selección

"Debuté con la selección cuando fuimos a jugar en Brasil la Mini Copa del Mundo. Se retiraba Pelé. Me lesioné, cambió el seleccionador y no me llevaron al Mundial del 74. Después entró Menotti, que contó conmigo hasta que vine a Gijón".

Cannes, de cine

"En 1972 la Juventus se había interesado por mí, pero estaba cerrado el libro de pases para extranjeros. La Juve dejó una señal para llevarme más tarde. Yo quería ir a Italia. La impresión que tenía de España no era muy buena, sobre todo por comparación con lo que había conocido. Jugué un torneo de juveniles en Cannes, que me deslumbró. El paseo marítimo era un espectáculo. Las tiendas, en las aceras, tenían expositores con gafas de sol y otras cosas, sin nadie que vigilase. En Argentina lo hubiesen limpiado. Todo estaba muy cuidado, no había nada en el suelo. Un lujo".

"A la vuelta hicimos escala en Madrid. Después de haber estado en esa ciudad de Francia, Madrid se parecía mucho a Buenos Aires. Basura en las calles, muchos controles, un estilo a lo nuestro. En los dos países había dictadura. En aquel momento, en Argentina todo el mundo lo asumía. No era lo que ocurrió después, cuando yo me vine. En el 76 empezó a salir muchísima gente".

El bueno era el "11"

"El secretario técnico del Sporting, Enrique Casas, fue a ver a otro jugador de Boca, pero le sorprendió mi juego. Preguntó y el presidente de Boca le dijo que era intransferible, pero que podían hablar cuando viniésemos a la gira en julio. Un directivo del Sporting habló con mis padres. Yo no le di mucha importancia porque no quería marchar de Boca ni de Argentina".

"Lo normal es que hubiera ido a un equipo importante de España o Italia, no a uno que se jugaba la vida ascendiendo y descendiendo. Acepté porque mi padre me lo aconsejó, pensando ir después a otro sitio. Resulta que a los dos meses de llegar a Gijón murió mi padre, con 58 años. Fue un infarto fuerte, como el que me dio a mí después".

El paraíso estaba lejos

"Mi fichaje por el Sporting se cerró en Valladolid, durante la gira. Lo arregló Ángel Viejo con el presidente de Boca. Me correspondía un diez por ciento del traspaso, pero no me dieron nada. Aquí se publicó que el Sporting había pagado 14 millones y medio de pesetas (87.000 euros)".

"El acuerdo para el traspaso me pilló en Córdoba, donde estábamos a cuarenta y pico grados. Me pasé toda la noche viajando, por las carreteras de aquella época. Después de pasar León, todo llanura, mucho calor, me tocó bajar Pajares en un día de sol muy guapo. Mi primera imagen de Asturias es todo verde, una belleza natural, espectacular. Y en Gijón, el mar. Con la gente no hubo ningún problema, muy abierta, un trato extraordinario. Además, en el equipo me encontré con argentinos como Doria, Landucci y Mario Killer".

La década gloriosa

"En noviembre echan a Pasieguito y traen a Pierre Sinibaldi. Jugaba en zona y nosotros estábamos acostumbrados a marcar al hombre. Hubo problemas con el entrenador, división en la plantilla. El equipo pudo haberse salvado porque tenía una delantera muy buena, pero fallábamos mucho defensivamente".

"Cuando bajamos me planteo volver a Argentina, pero tenía contrato por tres años. Me quedé, ascendimos y vino la mejor época del Sporting. La clave fue Vicente Miera, un gran entrenador, el mejor entrenador del Sporting en toda su historia. El mejor que tuve yo fue Menotti, con un concepto del fútbol adelantado a su tiempo. En los 70 ya hacía la presión tras pérdida".

"El Sporting de aquella década era un grande. Estuvimos entre los cuatro primeros siete u ocho años. Todos los veranos tuve ofertas de clubes importantes. En el 78 vino el Barcelona, yo dije que sí, pero el Sporting no quiso. Dejaron salir a Quini y no a mí. Tampoco hice esfuerzos para irme, no me puse en rebeldía".

Gijón sí, el club no

"Me quedé a vivir en Gijón por las circunstancias. Monté una tienda de deportes, invertí dinero, estaba a gusto aquí, Vivíamos bien. La gente me quería mucho, aunque el club, con Vega-Arango de presidente, no se portó bien conmigo. A todos los jugadores que cumplían diez años les hacían un homenaje. A mí no. Y estuve jugando los últimos tres años sin cobrar. Al final cobré porque denuncié a la AFE. Tampoco me ofrecieron un trabajo en el club, como a otros"

"Cuando entró Plácido Rodríguez, me ofreció ser asesor deportivo. Dos años después, el equipo volvió a jugar la UEFA. Luego llegó el lío de las sociedades anónimas. Tuve problemas porque apoyé a Manolo Calvo, simplemente porque lo conocía. Era patrocinador del club y muchas veces cobrábamos porque él adelantaba el dinero. Hubo un lío político gordo que me perjudicó, por ejemplo con las tiendas. El Sporting tenía un acuerdo de colaboración con muchos clubes, a los que daba un vale de material deportivo. Muchos compraban en mis tiendas. Pero a partir de la SAD no me compraron más, ni los clubes ni el Ayuntamiento".

"Cuando se formó el consejo de administración no quise entrar. Lo único que pedí fue llevar la parte deportiva un año y si interesaba, seguía. Tuve que dejarlo porque hubo problemas con Bert Jacobs, el equipo empezó a perder. Había una guerra tremenda en el consejo. Me separaron y me cruzaron. Nunca más me dieron una oportunidad".

Dar sin recibir

"Como entrenador estuve con los juveniles del Arenal, y con el Gijón Industrial y el Oviedo ACF en Tercera. Nunca me abrieron las puertas de Mareo. Quise llevar jugadores jóvenes argentinos, para los que los probaran, y no los aceptaron. No me enfrenté a Fernández, simplemente aposté por el otro candidato. No me arrepiento de nada. Vivir del pasado sólo te trae problemas".

" Yo le di los mejores años de mi vida al Sporting. En sólo cinco años me incluyeron en el mejor once de la historia de Boca, uno de los mejores equipos de Sudamérica. También estoy en el mejor once del Sporting y por las encuestas que se hicieron creo que soy el mejor extranjero que pasó por aquí. Dicen que estoy entre los cinco mejores jugadores del Sporting de todos los tiempos. No sé si entre los cinco, o entre los dos".

"Por todo eso, nunca entendí que no me dieron una oportunidad para estar en el club. Creo que para abrir o para cerrar una puerta todavía sirvo. Desde que entró Javier Fernández las cosas han cambiado. Tiene la idea de hacer cosas distintas y recuperar a gente. Me han dicho que quieren contar conmigo para la Fundación, por lo que he hablado con Germán Robles para las nuevas escuelas de tecnificación. Hemos tenido reuniones, pero todavía no se ha concretado nada".

La familia en el corazón

"Hace unos años me dio un infarto agudo de miocardio. Me dijeron que estuve más para allá que para acá. Si no llego a estar a siete minutos del hospital, no lo cuento. Llegué muy justo. No tenía factores de riesgo porque nunca fui bebedor, ni drogata, ni trasnochador. Toda mi vida fui deportista. Fue lo que me salvó, aparte de los médicos"

"Echo de menos hacer ejercicio. Sólo puedo caminar. Estoy jubilado. Después del el infarto tuve una depresión muy fuerte. Salí gracias a la familia. Mi hija, Cecilia, tiene un negocio que empieza a ir bien. Mi hijo, Alberto, es cocinero. Ellos, mi mujer, Nilda, y mi nieta, Celia, de 9 años, son los que me llenan de ilusión".

"El fútbol ahora es un entretenimiento del que no saco ningún dinero. Me gusta ver al Sporting. La clasificación de Segunda está muy comprimida, con ocho o nueve equipos con el mismo objetivo. Discrepo de los que dicen que el Sporting tiene que subir de primero o segundo. Tiene que estar en ese grupo de seis para llegar bien a final de temporada".

Compartir el artículo

stats