Dieciocho horas después de plantarse ante la taquilla de El Molinón, José Antonio Barroso, al que todo el mundo llama "Pintoria", celebra por todo lo alto su entrada que muestra orgulloso. "Tenía miedo de quedar sin ella, porque cuando las sortean nunca me tocan", sentencia y parece dar por buena la espera a pesar de que todo apunta a que el lunes seguirá habiendo entradas a la venta para arropar al Sporting en Valladolid. "Pintoria" es el primero de la fila, que inauguró el viernes a las cuatro de la tarde.

La noche pasó rápida, a pesar de la tromba de agua caída hacia las cuatro de la madrugada. Por detrás de "Pintoria", está un grupo de cuatro personas con las que ya se ha establecido un lazo de camaradería. "Nací en Valladolid, pero llevo 21 años viviendo en Gijón y soy del Sporting". Fernando Carpintero lidera el bando de los optimistas: "Vamos a subir de campeones". A Carpintero también parece haberle sentado bien la espera. Lo mismo que a Pilar Santos quien tiene una espina clavada. "El día del derbi con el Oviedo nos quedamos sin entradas cuando ya estábamos justo delante de la taquilla, nos dio rabia", lamenta la primera mujer en la fila.

Pero el hombre del día es Pintoria, que sigue exultante con su entrada. Este aficionado de setenta años, vecino del barrio gijonés de Moreda, aunque nacido en Trubia ("soy carbayón, pero del Sporting"), no pierde la esperanza de revivir los viejos laureles. "No me quisiera morir sin que me llevaran otra vez a Turín o a Colonia", desea. Porque la Mareona quizá sea un fenómeno nuevo, hay sportinguistas ilustres, como éste, que han arropado al equipo en todos los escenarios, sin perder ninguna de las grandes citas: "Estuve en las dos finales, estrené el estadio de la Pulmonía en Valladolid, y en la del Calderón y acompañé al equipo en sus partidos internacionales". "Pintoria" se deja llevar por la ola de optimismo que inunda el exterior del estadio y se muestra contundente al asegurar que "subimos directos, tengo mucha confianza si todo jugamos como hasta ahora". Pero esos ojos, que lo han visto todo, no se acaban de fiar.