El Sporting se encontró a un Cádiz con un fútbol de picardía. No podía ser de otra manera. Los gaditanos cedieron el balón sin ningún tipo de rubor, invitando a los de Baraja a llevar el peso del partido, cómodos en su labor de ir a la presión y vivir de los desajustes de rival a través de la velocidad por las bandas de Salvi y Álvaro. Los del Pipo respondieron con la tranquilidad de quien confía en sus posibilidades. Tras diez primeros minutos de locura, los rojiblancos (ayer de blanco) cuajaron una media hora notable a través de cuidar el balón. Sin ocasiones claras, tomaron el control y pudieron adelantarse en el marcador si tres buenas internadas por la derecha hubieran acabado de manera más precisa.

Dos de las mejores jugadas trenzadas por el Sporting se apagaron en taconazos de Calavera y Nano Mesa que no encontraron compañero. La tercera, con un gran centro del lateral catalán que estuvo cerca de conectar Rubén García, dio muestra de que los de Baraja mandaban más allá de la posesión. La facilidad con la se asociaban Carmona, Rubén García, Jony y Nano Mesa prometía, pero se quedó en eso. El cuadro andaluz apretó en los últimos cinco minutos, más por la pasión de la grada que por sensación de peligro ante un Mariño que en la primera parte sólo tuvo que estirarse para atajar un despiste a balón parado que permitió conectar el remate a Kecojevic. El central del Cádiz se iría lesionado antes de que se cumpliese la media hora y dejaría su sitio a Servando.

La segunda parte hizo madrugar a Mariño. La parada salvadora del vigués, que jornada tras jornada surge en el tramo final de cada partido, llegó a los cuatro minutos de la reanudación. Un saque de esquina del Cádiz hizo elevarse a Garrido por encima de la zaga gijonesa y dirigir un cabezazo que se encontró con una espléndida mano del portero del Sporting. Mariño desvió lo justo para hacer que el balón se fuera al larguero y terminara despejado, fuera de peligro.

La ocasión cadista, unida al parón del partido para atender a uno de los jueces de línea, que chocó fortuitamente con un jugador local que estaba calentando en la banda, pareció cambiar el rumbo del encuentro. Los amarillos, contagiados por la alegría de una grada que incluso improvisó una canción al linier que había caído lesionado, se fueron a por la victoria.

El Sporting asumió entonces el papel de sometido, atento a cuidar el orden defensivo y a las internadas de Álvaro, principal recurso para guiar a su equipo hasta el área defendida por el gigante Mariño. Lo hizo para no despertar. El Pipo aguardó hasta los últimos diez minutos para introducir el primer cambio, con la entrada de Pablo Pérez por Rubén García. La larga espera parecía revelar que ni el técnico rojiblanco tenía claro cómo volver a meterle mano al rival. Isma López fue el siguiente en saltar al terreno de juego, sustituyendo a un Jony que se fue enrabietado, consciente de que vivió demasiado lejos de donde hace daño. El navarro pudo desnivelar el partido a falta de cinco minutos.

Nano Mesa se revolvió en banda derecha y profundizó para enviar un centro duro, abajo, a la llegada de Isma López que conectó el remate con el interior pero su disparo, tras pegar en un defensa del Cádiz, se fue alto. El aviso de los gijoneses terminó convertido en un balón de oxígeno para frenar el ímpetu del Carranza y acabar sumando un punto de oro para seguir en ascenso y mantener a distancia a un rival directo.