El ascenso directo puede haberse quedado en Tenerife. El Sporting encadenó ayer, en su visita al Heliodoro Rodríguez López, su tercera derrota consecutiva. Sólo un milagro permitiría a los de Baraja alcanzar al menos la segunda plaza. Si el Rayo gana mañana en Alcorcón y el Huesca el lunes, en Lugo, serán ya de Primera División y quedará defender la tercera posición. Los gijoneses cayeron después de plantear un partido serio y desperdiciar las más claras ocasiones, dejando vivo a un conjunto chicharrero que a la segunda que tuvo no perdonó.

La presión sigue sin salir de Gijón. Y no se escapó la victoria esta vez por exceso de nervios o demasiada prisa. Más bien todo lo contrario. El Sporting maduró bien el partido, lo jugó donde quería, y llegó a los últimos veinte minutos con urgencias simplemente por no haber sabido aprovechar las oportunidades más claras del partido. Y ahí, en esa parte final, ni llegó la solución desde el banquillo ni se notó el oficio o la necesidad de un conjunto que acaba de bajar de Primera y debe acelerar el paso para alcanzar de nuevo uno de esos dos puestos que devuelven directamente a la máxima categoría. La tempranera marcha de Rubén García, una vez más, y la tardía salida de Santos, enfadado con el gol, allanó el camino a un Tenerife que, curiosamente, encontró el triunfo cuando ya se había ido su mejor atacante: Bryan Acosta. Mandó el Tenerife en el inicio. No se encontró al Sporting de hace una semana. Los rojiblancos asumieron el tirón local sin entrar en la precipitación. Esperaron. Lo hicieron ordenados, juntos, sin volverse locos. La huella de venir de dos derrotas consecutivas, en todo caso, se notó, dejando dudas en defensa. Los chicharreros probaron sus nervios a balón parado. Primero, con Bryan Acosta rematando solo en la frontal del área un saque de esquina sacado desde la derecha raso. El disparo terminó estrellado en la zaga sportinguista. Sin embargo, descubrió que las jugadas ensayadas de Etxeberría no parecían estar en los apuntes de Baraja. No fueron suficientes para alterar el plan previsto. El Pipo, sancionado, siguió el partido desde uno de los palcos altos del Heliodoro, a escasos metros de los representantes instituciones del club, Javier Martínez, Fernando Losada y Ramón de Santiago, y del director deportivo, Miguel Torrecilla.

Las mejores ocasiones antes del descanso las puso el Sporting. Al cuarto de hora, Sergio robó en el centro del campo a Alberto, un aliado sportinguista dentro del bando rival. El centrocampista del Tenerife, con una mayor facilidad para destruir que para crear, pagó pronto su exceso de responsabilidad a la hora de asumir la salida de balón. La pelota terminó con Santos lanzándose en velocidad hacia el área y plantándose ante Dani Hernández. Sacó el remate del uruguayo extendiendo la pierna al estilo de arquero sudamericano, como buen venezolano. La suerte también estuvo de su lado. El rechace pegó en Carlos Ruiz y obligó al meta tinerfeñista a sacar una mano tan buena como su primera intervención. El Sporting estaba vivo y empezaba a enseñar los dientes. Y es que el traje que mejor le queda a los rojiblancos es el que le llevó a encadenar su mejor racha de la temporada: puerta a cero y forzar el error rival.

Milla, el hijo del exjugador de Barcelona y Real Madrid, fue el siguiente en ayudar al Sporting a salir de la cueva. A los dos minutos entregó a Jony un balón franco que forzó uno de los numerosos córners con los que los del Pipo demostraban que el partido que querían era ése: esperar y contragolpear. Y a la media hora volvió a tener otra clara opción de adelantarse en el marcador. Carmona, muy activo en el primer periodo, botó una falta desde la izquierda que obligó a Dani Hernández a sacar los puños. El balón salió escupido a centímetros de que Santos y Álex Pérez pudieran tocarlo y mandarlo para adentro.

La segunda parte mantuvo la dinámica de la primera: apretó el Tenerife y el Sporting tuvo las más claras. El conjunto chicharrero acumulaba llegadas al área de la mano del hondureño Bryan Acosta sin que ninguna pusiera en aprietos a Mariño. Mientras, Carmona, que nuevamente se echó el equipo a la espalda en busca de la victoria, ya había vuelto a perdonar el primero tras un gran centro de Jony que cabeceó lamiendo el palo. Santos fue el siguiente, tras desperdiciar otro mano a mano al dormirse después de un gran balón de Bergantiños.

En medio de una situación que parecía situar más cerca el gol visitante que el local, Baraja dio entrada a Hernán Santana por Rubén García. El canario aporto empuje cuando era necesaria precisión. El partido fue ya más cuestión de impulsos. Dos galopadas de Jony por la izquierda aportaron fe en que el tanto llegaría mientras Santos se quedaba parado viendo despejar al rival y el propio Hernán y Bergantiños no se ponían de acuerdo para rematar. El charrúa pedía a gritos el cambio desde hacía varios minutos. Entró entonces Nano Mesa por el uruguayo. Volvió a casa el tinerfeño entre aplausos y silbidos. El siguiente zarpazo sería ya del rival.

Mariño blocó el primer gran acercamiento local tras un contragolpe que recordó al peor Sporting, ya que Malbasic remató franco un balón que venía de un saque de esquina a favor de los rojiblancos. El Tenerife, con un Joseba Etxeberría echando toda la carne en el asador en los cambios, no perdonó a la siguiente. Juan Carlos lanzó a la espalda de los centrales, Calavera no acertó a cortar el balón y Malbasic fusiló a placer. En ese gol se iban tres puntos y casi todas las esperanzas de alcanzar al Rayo y al Huesca en busca de un ascenso directo que es ya prácticamente un imposible. Baraja, enrabietado en el palco, lo sabía.

Los minutos finales fueron ya un querer y no poder que ponen en alarma a un equipo que tiene por delante quince días para levantarse, engrasar su pegada y volver a ser quien fue.