"Despedimos a un grande del fútbol, que ahora está jugando su partido en el cielo". Juan Lozano, párroco del Corazón de María de Gijón, recordó la figura de Miguel Montes durante el funeral celebrado ayer, con multitud de veteranos del Sporting, y también con la presencia de algunos excompañeros de su etapa en el Oviedo. "Era una persona combativa como deportista, atento para luchar por las reivindicaciones de los compañeros", destacó Lozano, que ofició la ceremonia acompañado por Fernando Fueyo, capellán del Sporting. "Tenía un espíritu de lucha y cercanía, que junto a su carácter abierto y alegre le hizo tener muchos amigos", ensalzó Fueyo. "Que se nos contagie algo de lo que fue Miguel", recalcó. La música en la ceremonia la pusieron el duo formado por Montse Serrano -íntima amiga del fallecido que era padrino de uno de sus hijos-, al piano, con la voz de Virginia Blanco.

Miguel Montes fue jugador del Sporting, entrenador del primer equipo y del filial, y también máximo responsable de Mareo y de la secretaría técnica rojiblanca. Por eso no faltaron infinidad de compañeros, como García Cuervo, Alonso "Miluca", Puente, Lavandera, Pocholo, Alberto o Novoa. "Crecimos en el mismo barrio, jugando juntos a la pelota, y después ya nos conocimos en el fútbol. Era una persona como de mi familia, muy entrañable", dijo Novoa. "Era todo coraje y los contrarios temían tener que enfrentarse a él", apuntó Alberto.

Sus excompañeros del Oviedo, su otro club, se acercaron a darle el último adiós, con Prieto, Javier Mendoza, Lombardía, Vicente González Villamil y Chema. "Era un hombre muy abierto y con mucha sonrisa. En el Oviedo llegó más pacífico y menos guerrero, pero aportó mucho", explicó Prieto. También asistieron Jorge y Virginia Miera Puente, hijos de Vicente Miera con el que Montes había tenido una gran relación.

Durante el funeral, su hija Beatriz tuvo unas palabras en recuerdo de su padre. "Gracias a todos los que venís a despedir al míster, como así le llamaban todos los que tuvieron como entrenador, porque los de su quinta le llamaban 'El Chato'", señaló. "Si ganábamos no salía de casa, porque no le gustaban las alabanzas de la gente", recordó. Beatriz también confesó que una de las aficionados era pintar y desveló que sus cenizas descansarán en el Cantábrico, que era su pasión.

La iglesia del Corazón de María se llenó para despedir a Miguel Montes, fallecido a los 80 años víctima de un cáncer de próstata. Junto a sus excompañeros estuvieron sus pupilos, muchos jugadores a los que dirigió y elevó desde la cantera de Mareo al primer equipo, como sucedió con Luis Sierra. "Tenía grandes conocimientos del fútbol, la prueba está en todos los jugadores que subimos por mediación suya. Era una persona muy cercana y que conocía muy bien el mundo del fútbol", explicó el palentino. David Cano, uno de los jugadores que le manteó tras la permanencia milagrosa del Sporting en 1997 relató que "era muy cariñoso con los que empezamos a subir al primer equipo" y añadió sobre la salvación que "puso calma, que era lo necesario en aquel momento". El portero Juanjo, al que también entrenó, señaló que "era un paisano de verdad, me ayudó desde que estaba en la cantera. Se puede ser igual, pero más querido que Miguel seguro que no".

Maximino Martínez, presidente de la Federación Asturiana; Antonio Veiga, expresidente del Sporting; Loza y Zarracina, que fueron fisio y utillero del club; además de técnicos como Ramiro Solís, Uribe, Sergio Sánchez o Caco Morán; se acercaron a despedir a Montes, además de otros veteranos del Sporting como Joaquín, Claudio, Jiménez, Churruca, Ciriaco Cano, Iñaki Eraña, Redondo o Abel. Incluso el presidente del Arosa, club gallego al que Montes entrenó, llevó personalmente un ramo hasta Gijón para honrar su memoria.