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Así vivieron los aficionados la final de Copa de hace 40 años: Los que casi cumplen el sueño rojiblanco de alzar un título

“Había un ambientazo”, explican quienes vivieron la primera final copera del Sporting, frente al Barça

Por la izquierda, Kike Garamendi, Ángel Miranda, Gloria Revuelta, Juanjo Morán, Santi López, Humberto Merediz (dueño del coche) y Pedro Calzón, ayer frente a El Molinón. | Marcos León

Hace hoy cuarenta años, una flota de autobuses y coches particulares salía de Gijón con rumbo a Madrid cargados de enseñas rojiblancas: bufandas, camisetas, pancartas, banderas... todo valía. “Era increíble ver la caravana que había a la salida de la ciudad”, recuerdan los que iban en ella. No era para menos. El Sporting estaba a punto de jugar su primera final de Copa del Rey, frente al Fútbol Club Barcelona, en el estadio Vicente Calderón de la capital. Un encuentro que finalizaría con un duro 3-1 a favor de los azulgranas, pero que, sin embargo, los que lo vivieron en persona guardan con buen recuerdo. “Nos fuimos tristes por la derrota, pero lo disfrutamos mucho”, confirman. En parte, por el viaje a la capital y sus vivencias y, en parte, también por ver que el equipo de su ciudad podía luchar cara a cara con los más grandes.

Uno de aquellos autobuses salió de Sariego. En él, medio centenar de integrantes de la peña Joaquín del concejo, creada un año antes. “Fue el segundo viaje que hicimos”, rememora su presidente, Serafín Cifuentes, “íbamos con toda la ilusión del mundo, pero nos llevamos una decepción muy grande”. Los peñistas hicieron noche en un hotel del paseo de La Florida, aunque recuerdan que “muchos pagaron por la cama, pero apenas la deshicieron”. El motivo: la noche madrileña. “Aprovechamos el viaje y fuimos de discoteca, eran los años jóvenes”, explican Margarita Agüeria e Isabel Ordiales, “lo pasamos pipa, no todos los días de iba a Madrid”. Así lo confirman otros miembros de la peña. “Menos dormir, hicimos de todo”, aseguran. “Se disfrutó más allá del resultado”, remarca Javier Parajón.

Fernando Alcázar, Pilar Álvarez, Javier Parajón, Isabel Ordieres, Mario Canal, Serafín Cifuentes, José Antonio Montequín, Margarita Agüeria, Arsenio Naredo, José Luis Parajón y Armando Mayor con la bandera que llevaron al encuentro y una foto de Joaquín, en la sede de la peña en Sariego. | Á. González

Las horas previas al encuentro las recuerdan con muchos nervios, tensión y emoción. “Era una final, y con Joaquín en su mejor momento”, subrayan. Las calles de Madrid se impregnaron del ambiente típico en las horas previas de una final, con aficionados en cada recoveco, de la Plaza Mayor a los barrios más alejados del centro. Y con franca mayoría rojiblanca. “Había un ambientazo, era una mareona total, con muchísimos sportinguistas”, recuerda Arsenio Naredo.

La cosa fue distinta en el Vicente Calderón. “Entramos con buena cara, pero salimos con mucha decepción”, explica Javier Parajón, “los goles de Quini no sentaron muy bien”. El presidente de la peña es más benévolo. “Hay que entender que defendía a quien le pagaba”, resalta Cifuentes, “pero en aquel momento dolió”.

Y como un resorte, salta a la mente otro recuerdo amargo. El del segundo gol barcelonista, cuando mejor estaba el Sporting. “Fue una falta clarísima a Redondo”, sentencia Armando Mayor, “si llega a ser al revés, la hubiera pitado seguro. Más claro, el agua”. Así lo cree también Parajón. “Éramos un equipo pequeño, y sigue ocurriendo hoy en día”, afea.

Con todo, quienes allí estuvieron muestran un gran orgullo por lo ocurrido. Y dudan que pueda volver a suceder. “Se le da mucho más valor con el paso de los años”, explica Naredo. “Yo creo que no lo vamos a volver a vivir, como mucho nuestros nietos”, apuntilla Parajón.

Aficionados rojiblancos en la plaza Mayor de Madrid.

Desde el centro de Gijón, la plaza del Carmen o los Jardines del Náutico, salió otra comitiva. En ella, Ángel Miranda, Gloria Revuelta, Kike Garamendi y Pedro Calzón, que recuerdan la sed que pasaron en el viaje de vuelta tras comer unos bocadillos de Gijón en Medina del Campo. “Casi no llegamos”, rememoraban ayer entre risas. También otra anécdota, a la llegada a Madrid. “Nos adelantó un Porsche y se bajó Víctor Manuel, que subió al autobús y gritó: ‘¡Puxa Sporting!’”, recuerda, “no se imagina la que se montó en el autobús”.

En otro convoy viajaban Humberto Merediz, Santi López o Juanjo Morán, que sigue conservando tanto las entradas del partido como los tiques del viaje en autobús. Todos ellos recuerdan entrar al campo con antelación y ver la final del torneo pero en categoría juvenil, entre el Real Madrid y el Athletic de los hermanos Julio y Patxi Salinas. “Míchel marcó un gol para el Madrid y el balón entró por el lateral de la red, que estaba roto”, cuentan a coro.

Antes de llegar al campo, la afición rojiblanca se hizo sentir en la capital, tanto en la plaza Mayor como en el Centro Asturiano de Madrid, donde “paramos el tráfico y repartíamos sidra”. Tanto es así que “los taxistas se avisaban por las emisoras para venir a beber sidra gratis”, rememoran.

“Lo de la afición fue impresionante, con todos los coches pitándonos para animarnos y que ganásemos al Barça”, aseguran entre todos. “Me acuerdo que entramos al metro todos los del Sporting y había uno solo del Barça, que se bajó en la siguiente parada”, recuerda entre risas Ángel Miranda. “Éramos miles y miles de personas, aquello retumbaba”, completa Santi López.

Seguidores sportinguistas junto al Centro Asturiano de Madrid.

Otros fueron más allá y celebraron el triunfo incluso antes de lograrlo. “Hacía tantísimo calor que de la que íbamos al campo nos bañamos en la Cibeles”, asegura Humberto Merediz, “luego secamos al sol antes de que comenzase el partido”. Un encuentro en el que el propio Merediz recuerda que “me quedé ronco de gritar a Schuster, que cuando iban ganando se puso a vacilarnos haciendo toques con el balón”. “¡Alguno le tiró hasta los zapatos!”, apostillan entre risas.

Unas sonrisas que esconden, nuevamente, el orgullo por un equipo que fue único. “El Sporting no es que se pudiera comparar a los mejores, es que era incluso mejor”, explica Santi López, “la única razón de que el Barça ganara aquella final es que Quini la jugó con ellos y no con nosotros”. Una satisfacción que, sin embargo, reconocen que no se hacía tan plausible en aquellos años. “No nos dábamos cuenta de lo que teníamos”, resumen a coro, “pitábamos a Joaquín, a Redondo, a Maceda, los llamábamos tuercebotas”.

Ahora, tras cuatro décadas, la afición sportinguista le da el valor real que tuvo aquel hito. “Es una pena, pero con esta gestión no creo que sea posible que se pueda repetir algo así: ver al Sporting pelear por títulos”, asegura resignado Santi López. Una ilusión que no pierden quienes no pudieron vivir aquellos momentos y sueñan con que, cuatro décadas más tarde, puedan volver a ver al Sporting luchar por lograr algún título. El sueño de alzar aquella Copa que casi consiguen los 20.000 sportinguistas que vivieron el encuentro en el Vicente Calderón.

Joaquina se pasó el partido durmiendo

Puede que quien menos recuerde aquel encuentro sea Joaquina González Vallina, que apenas contaba con 5 años en 1981 y que se pasó todo el partido durmiendo. “Al llegar al campo me dormí en los brazos de mi madre”, asegura. Y eso que no era su primer viaje como rojiblanca. “Con seis meses, mis padres ya me llevaron a Atocha”, recuerda. Misma compañía con la que vivió el encuentro del Calderón. “Fuimos en coche desde Gijón”, explica. “Llegamos a Madrid y preguntamos cuanto costaba el hotel, pero era muy caro”, rememora, “mi padre dijo: ‘dormimos en el coche’; pero al final fuimos a un pueblo de las afueras”. Solo guarda recuerdos de lo que le contaron. Como aquel hombre sentado a pocos asientos que “amenazó a Quini tras los goles, diciéndole: ‘ya vendrás a Gijón a tomar el sol’”.

La afición del Sporting fue mayoría

El historiador deportivo Javier Bravo, afincado en Madrid, recuerda aquella final de la Copa del Rey, la primera a la que fue, con 18 años. “Recuerdo sobre todo el ambiente que había”, explica ahora Bravo, que fue al encuentro como aficionado al fútbol, sin un equipo concreto al que animar. “Había muchísima más gente del Sporting que del Barça”, remarca el historiador deportivo. Y no solo en el centro de la ciudad, sino también en los barrios. “En mi barrio, Aluche, veías a gente salir del metro con camisetas del Sporting”, rememora, “fue todo muy a la inglesa, con la ciudad tomada por aficionados”. Sin embargo, el recuerdo que más le marcó fueron las caravanas de coches con aficionados con bufandas, camisetas o banderas por el centro de Madrid. “Se notaba mucho ambiente por toda la ciudad”, sentencia.

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