"La falta de profesionalidad nos hizo ser firmes y serios, pero jamás hubo acoso", aseguró ayer uno de los dos mandos de la Policía que se han tenido que sentar en el banquillo acusados de presunto acoso por una agente. El otro acusado declinó usar su derecho a una última intervención antes de dar por finalizado un juicio que se prolongó durante tres sesiones y en el que el Fiscal mantuvo que no hay caso y pidió la libre absolución de ambos, igual que las defensas. La acusación particular mantuvo su petición de condena de año y medio de prisión.

La última jornada del juicio se centró en las declaraciones de los peritos, que coincidieron en señalar que la agente había padecido un estado depresivo con trastorno de ansiedad generalizada por la que estuvo a tratamiento. También indicaron que en las conversaciones mantenidas con ella, el problema lo circunscribía al ambiente laboral y al supuesto acoso al que se veía sometida. Restaron importancia así al hecho de que hubiera tenido sendos accidentes graves unos años antes y al suicidio de un compañero que, según ella había declarado, le había afectado mucho porque se sentía muy identificada con él.

La acusación incidió en su alegato final en que "todas las declaraciones demuestran" que su representada "dice la verdad". Que fue vigilada por las cámaras de seguridad, que se le negaban permisos, vacaciones, salidas a competiciones e incluso el traslado a otra unidad.

Las defensas, por su parte, coincidieron con el Fiscal -que no presentó escrito de acusación- en que el mal ambiente de trabajo era generalizado y que todo lo expuesto tiene explicación racional cuando se analizan los hechos, como que no se le concedían permisos porque no los tramitaba correctamente. Los tres coincidieron en que no existe base objetiva para condenar a los acusados por un supuesto acoso.