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Concejal de Cultura de Gozón

Una visita al Cabo Peñas

Características naturales y paisajísticas del emblemático enclave

El cabo Peñas nos ofrece un paisaje inigualable de acantilados de más de 100 metros y escabrosos islotes, como La Erbosa, con pequeñas playas de imposible acceso desde tierra, salvo para algunos lugareños, como la del Sabín.

Ubicado en este lugar se encuentra el edificio del faro de Peñas, de primer orden y puesto en funcionamiento en 1852. Sus características luminosas son de tres destellos blancos cada quince segundos y su luz puede ser visible a más de 60 kilómetros. En su planta baja se halla el Centro del Medio Marino de Peñas, distribuido en cinco salas. Desde el centro, se accede a través de una pasarela a los espectaculares acantilados del cabo.

La roca que aflora en el cabo Peñas es la cuarcita del Ordovícico, de unos 500 millones de años de antigüedad, la cual se dispone en estratos de gran espesor. Esta roca, conocida como la cuarcita de los cabos asturianos, constituyó la materia prima para el hombre del Paleolítico, dada su gran dureza. En las ensenadas de Bañugues y Verdicio se han hallado útiles del Paleolítico Medio tallados en esta roca.

En el cabo Peñas, la rasa o superficie marina de abrasión alcanza la mayor altura y anchura de todo el litoral asturiano. Existen diferentes niveles de rasa en función de las fluctuaciones del nivel del mar habidas con motivo de los cambios climáticos acontecidos durante el Cuaternario. La plataforma del cabo Peñas se corresponde con el cuarto nivel de rasa.

Si se observa los materiales de la isla Erbosa son de la misma naturaleza que los del cabo. En realidad se trata de las raíces de un anticlinal o pliegue convexo que fue exhumado por la acción del mar a lo largo de millones de años, siendo el único agente erosivo capaz de acuchillar una roca tan dura como la cuarcita y crear una superficie de abrasión.

La vegetación está compuesta por el matorral de tojo y brezo, asociado a otras plantas como la madreselva o la zarzaparrilla, adoptando una forma almohadillada debido al azote del viento, pudiendo también encontrarse algunos ejemplares raquíticos de sauces, abedules y pinos, estos últimos introducidos por el hombre en los años 40 del siglo pasado. Todas estas especies pueden observarse en el paraje conocido como La Granda, al oeste del faro, antiguo monte comunal, cuyos pastos eran aprovechados desde tiempo inmemorial por los ganados de los vecinos de las parroquias de Verdicio y Viodo y que en 1884 fue desamortizado, manteniéndose el paisaje prácticamente inalterado hasta nuestros días.

Si desde la Punta La Gaviera miramos hacia el sur vemos un paisaje netamente ganadero, con predominio de las praderías y los forrajes sobre suelos pizarrosos, más aptos para el cultivo que los esqueléticos de La Granda, donde aflora la cuarcita. Estos campos eran antiguas erías o tierras cerealistas (ería de Ribamuria) o montes roturados y convertidos en erías (monte Coneo) donde hasta los años 60 del siglo pasado se cultivaba la escanda y el trigo, que rotaban con el maíz para la elaboración del pan de "boroña".

Las caserías que se hallan en la canal de La Gaviera son un claro ejemplo de desdoblamiento del hábitat en momentos de mayor presión demográfica y de adaptación a un medio hostil.

En la zona se concentran importantes colonias de aves marinas y acuáticas entre las que destacan el cormorán moñudo y el paíño europeo así como la gaviota patiamarilla. El propio cabo es un enclave de gran interés para la observación de estas aves. Asimismo, en los bajos abundan los peces de roca, como la lubina y el xargo, y percebes de extraordinaria calidad, al tratarse de una zona abrupta y fuertemente batida por el oleaje, pudiendo con frecuencia ver a los barcos faenando.

Por último, en noches despejadas, este enclave constituye un lugar privilegiado para la observación de la bóveda celeste y deleitarnos ante tan sobrecogedor espectáculo.

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