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Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

La puerta abierta

Lo peor de "Síndrhomo" es su título. Cuando lo salvas -que es un minuto-, te encuentras con una tragedia de destrucción tan cruel que, a veces, logra que te rías a carcajadas. Y eso está bien. La vida triste cuando es trístisima es como una mecha que enciende la dinamita de la oscuridad. Lo mejor de "Síndrhomo" es un texto casi redondo que levantan tres actores perfectos que se mueven bajo el amparo de un director que alcanza la divina posición del embozo. O sea, que logra que ni se le note. Y eso también está bien.

Antes de anoche, el club del Niemeyer volvió a acoger una producción "delicatesen" que aplaudió una sala delicada y entregada de ciento y pico personas (las que más o menos caben en el aforo reservado). Todo para rendirse a una función de una compañía valenciana -"La teta calva"- que viaja con un texto con premio "Max" incluido -autoría revelación-. Lo malo es que la autora se hace notar mogollón. El encanto de su prosa para ser leída a veces dificulta su escucha: cuando se presenta Rómulo (Manuel Valls), por ejemplo; pero también en el monólogo de la hermana en la calle (Merce Tienda). Los diálogos entre ambos, sin embargo, son deliciosos y se hacen jardielescos cuando aparece Nevia (Leo di Bari), la travesti que es un poco la cadencia entre los dos hermanos, en Nochebuena, una especie de fantasma de las navidades futuras.

"Síndrhomo" es un poco "Eloísa está debajo de un almendro", un poco "El precio" y un mucho "A puerta cerrada". O sea, Jardiel Poncela, Arthur Miller y Jean-Paul Sartre. ¿Dónde está el futuro? ¿Qué se hace para alcanzarlo? ¿El infierno son los otros? Las preguntas salen a cada paso. Los tres personajes en ruinas se revuelven contra la ruina del escenario que les rodea (es el barrio del Cabanayal, pero podría ser cualesquiera otros). María Cárdenas escribe con un espejo muy claro, pero sabe trascender las primeras luces para que todos los espectadores formen parte de una familia desestructurada que tiene pasado y quiere tener futuro: para iluminarlo o para ascender al pico más alto y conseguir el gran slam. O solamente, para ser María Magdalena en un nuevo montaje de "Jesucristo Superstar". Todo esto que presenta Cárdenas toma cuerpo con esos tres actores deliciosos que son capaces de explicar que la rebelión sólo es un empujón. "Como el 15-M, pero bien". Y sin homilías.

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