Como en el juego de la Oca, vamos de la casilla de unas elecciones a la de otras sin quedar claro si se han aprendido las lecciones de las anteriores. Pienso que no, porque en política casi nunca se asumen los errores. Si no lo hacen los perdedores, menos los vencedores, que piensan no haberlos cometido. Manda más el corto plazo, a sabiendas de que los atajos no son ni buenos caminos ni buenos consejeros. ¿Qué les importa a los ciudadanos? El empleo, la pobreza que se extiende (lo dice Cáritas, dependiente de la Iglesia, poco sospechosa de revoluciones), el incierto futuro de los hijos, los pocos hijos que se tienen, las pensiones, el precio de la luz y de todo en general... Las cosas de cada día. Sin guerras internas, batallas ajenas, crispación o medias verdades de patas cortas. ¿Ganará quien más soluciones creíbles aporte? Seguro que no. Lo hará quien menos dudas y sospechas traslade a los atribulados ciudadanos.