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De cabeza

La victoria

Hay muchos días pero ninguno como cuando gana tu equipo. Aunque la victoria sea una alegría gaseosa (ni siquiera líquida) que se evapora enseguida para tatuarse en la memoria. Vivir también es hacer memoria, qué duda cabe. El bienestar de muchas personas depende de poder leer el periódico el lunes sin saltarse ninguna página. El Oviedo ganó en Albacete y aunque sabemos que las victorias y las derrotas forman parte de la rutina del fútbol, sólo son un hábito para quien observa un partido desde la atalaya. No hay distancia de seguridad cuando eres seguidor de un equipo. La sucesión de frenazos y derrapes había sujetado al oviedismo con un preventivo cinturón de seguridad. Lo peor que puede pasarle a un equipo es tomar una pastilla por si acaso. No hay peor cosa para el fútbol que la sobremedicación. Entre los méritos achacables al Míster Rozada está el arrojar las pastillas por la taza del váter y tirar ostentosamente de la cadena. Ha de ser ostentosamente cuando se trata de recuperar el ánimo de alguien y convencerlo de que no ha olvidado nada. Un punto de teatralidad es indispensable.

"Somos un equipo que va a por los partidos" (vuelvo a Rozada) y en dicha afirmación hay un planteamiento vital por encima de las circunstancias. Vivir con una meta fija en la cabeza sin que ninguna inclemencia haga cambiar de parecer. Después de muchos partidos y unos cuantos entrenadores, demostrar que esos pequeños capítulos memorables que depara el fútbol también están hechos para el Oviedo. Lo que no mata, engorda: en esta ocasión no perder en el minuto ochenta y nueve (con qué facilidad adquirimos rutinas) sino ganar. Otro de los efectos al prescindir de la medicación es desconfiar de las rutinas. ¿Qué les pasa a muchos equipos? ¿Toman pastillas por estar enfermos o viceversa? En una sociedad donde se busca diagnóstico para todo y nos sentimos obligados a opinar sobre todo, el Oviedo, ahora, solo aspira a tener continuidad. Nada que decir de la clasificación, lo que importa son las maneras, cómo llegar a los tres puntos. Y el consenso, algo tan difícil en el fútbol, apunta a la valentía como una de las claves. Nada tan costoso como librarse del miedo a perder. Tal vez la clave sea pensar que no existe otro tiempo que los noventa minutos que dura el partido. ¿Quién ha visto un antes? ¿Quién ha visto un después?

La del Carlos Belmonte no es una simple victoria, es el momento de la tragedia en que el personaje, mirándose en el espejo, se reconoce a sí mismo y decide que ni destino, ni martillo ni clavos. Esto es un juego, lo único que hay que hacer es jugarlo. Y en un juego de equipo: cuantos más jugadores se vean con posibilidades, mejor.

Borja marcó un golazo y el tiempo, del que hoy no acabo de desprenderme, se contrajo. Me acordé de otro golazo del tristemente desaparecido Parajón en el viejo Tartiere. Yo era un crío y comprendí entonces que los goles son el pan de los que aún les queda todo por vivir y de quienes no andan sobrados de casi nada. Vivir de los goles no es vivir de milagro ni vivir alienado. Vivir de los goles es vivir a base de puntos y seguidos. En nuestra ortografía vital abundan los puntos finales. Parajón o Borja nos empujan a la siguiente línea.

Al parecer, de Borja ya se sabía cuando sólo tenía once años. Saber esperar también es ganar. Yo, a los once años, acudí acompañado por mi madre al estreno de "Grease" en el cine Principado y ahora estoy aquí, enredándoles a ustedes con mis ocurrencias. No crean que ver a Olivia Newton John en el último número de la película difícilmente lo cambiaría por ningún gol. Bueno, quizás por uno sí. En ese en que están pensando, justo en ese.

Juanjo Nieto, otro futbolista clave en la remontada, explicó con claridad lo que ocurrió para así reducir a cenizas todo lo escrito hasta ahora: "Con el empate no metimos el culo atrás".

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