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La Bomba Del Fontán | Las Crónicas De Bradomín

Los jueves

El jueves era un día especial. Era el día en que Gelo y Luis tenían por costumbre pirar las clases matinales. Durante unas horas, el mercado era el lugar donde se centraba el verdadero pálpito de la ciudad. Les encantaba fisgotear los puestos de venta, observar los detalles; percibir la diversidad de olores mientras se movían entre el gentío. El murmullo, los gritos entrecruzados hacían que los mensajes resultaran ininteligibles. De todo aquel ambiente bullanguero, había algo que para ellos sobresalía del resto: los charlatanes ofertando objetos de lo más diverso, soluciones imposibles, inventos inverosímiles.

Todo aquello les resultaba fascinante.

El fakir Tao Li era uno de ellos. Personaje difícil de catalogar. Vendedor multidisciplinar. Creador de de todo tipo ungüentos, brebajes, pócimas curadoras o aliviadoras de cualquier tipo de males o dolencias: desde verrugas a callos o hemorroides. Incluso prometía curar la tartamudez. Dominaba los secretos de las fabricación de esencias y perfumes que él mismo envasaba, valiéndose de una pipeta, ante el público, en pequeños frascos en los que en diminuta letra proclamaba: "Todo el mundo sabe que lo bueno viene en recipientes pequeños". Vestía adecuadamente para la ocasión; vistoso turbante, larga barba, chaleco con llamativos brocados, pantalones bombachos de raso y aparatosas babuchas. Entre las demostraciones de sus milagreros productos, solía deleitar a la concurrencia con extraordinarios números de prestidigitación y fakirismo: adivinaba el porvenir a las personas, hacía desaparecer objetos o bien introducía estiletes por las fosas nasales, comía cristales de bombilla, etc. Le auxiliaba en su trabajo una mujer que decía ser alemana. Avanzada la mañana el mercado comenzaba a languidecer. La peña infantil de admiradores siempre se quedaba hasta el final. Tao Li se acercaba para deleitarlos con algún que otro truco, procurando siempre tener a mano algún crío al que mostraba su afecto con caricias, roces y tocamientos, como preámbulo de las chucherías que siempre solía ofrecer.

"Chimbo" era el apelativo [por ser de Bilbao] de un popular y simpático charlatán. Su corrillo siempre era muy concurrido. Entre sus ofertas causaban sensación las novedosas medias de nylón "indesmallables". También relojes a precios inverosímiles.

"Donan Pher, propagandista universal" era el eslogan de otro singular personaje, una especie de héroe para la clá infantil. Su especialidad era la venta de llamativos juegos de bolígrafos y estilográficas. Correcto en los modales y educado en el trato [con un impostado acento foráneo], su puesta en escena no podía pasar inadvertida: relucientes botas marrones de caña alta, pantalón de montar, elegante camisa de seda y tocado con un precioso salacot, viva imagen de explorador aventurero de película. Decoraba su tenderete con abundantes fotos suyas en compañía de todo tipo de reptiles.

En la infancia las cosas de este tipo resultan casi acontecimientos. Con la perspectiva del paso del tiempo las fantasías se desvanecen; así, resultó que el fakir era de San Lázaro y trabajaba por las noches de sereno. Del vasco, se supo que estaba conchabado con carteristas que hacían de las suyas entre el tumulto de su clientela. Por su parte Donan Pher se llamaba en realidad Fernando Velázquez López, natural de Pola de Siero y con domicilio en Ventanielles.

Los protagonistas: adolescentes en pantalón corto a principios de los sesenta del pasado siglo. El espacio/lugar: pongamos El Fontán.

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