«Una película ecológica». La tarjeta de presentación del nuevo trabajo de José Antonio Quirós, si bien extremadamente correcta en la elección de las palabras, no hace justicia a un contenido que va más allá de una reivindicación medioambiental. En un momento en el que ir al cine se ha convertido en poco menos que un lujo, vender una cinta bajo esos términos puede echar para atrás a más de uno que, de atreverse a comprobarlo, descubrirá una historia de vida contada «de manera asturiana». Un reparto en su sitio liderado por un excelente Celso Bugallo sumerge al espectador en la lucha de un solo hombre contra los poderes fácticos, pero haciendo imposible que el público contenga la carcajada en una tragicomedia en la que el humor hace mucho más que salpicar la tremenda realidad. Un largometraje que demuestra que no hay crítica más eficaz que la que se hace con una sonrisa en la cara.