Con el estreno de «La red social» se han intensificado los debates sobre los males y virtudes de estar «abonado» a uno de estos sistemas, muy capaces de hacer que se relacionen miles y miles de personas. Tiene mucho de ficticio porque los perfiles cada cual los maneja a su antojo. Son como los currículos, ¿quién no infla el suyo? Pero, claro, hay ingenuos que no sólo cuentan toda su verdad, además facilitan datos muy personales que acaban en manos de auténticos psicópatas o auténticas mafias. Por eso hay lío en EE UU tras conocerse que datos de mucha gente acabaron en manos de anunciantes, lo que supone que pueden acabar en cualquier mano. Tiene la parte interesante por la que uno se puede informar de muchas cosas, conocer gente muy conveniente y encontrar a amigos de la infancia, la adolescencia, de acampada, de colegio o de Universidad (aunque no sé si será tan bueno acabar dando la turra con las viejas historias). En fin, debate habitual. Pero déjese correr el progreso. Filtrar, no confundir y, sobre todo, no prohibir.