Pesadilla en la cocina se encuentra actualmente emitiendo su séptima temporada. Capítulo a capítulo el programa de Alberto Chicote trata de dar una solución a restaurantes de toda España que se encuentran en quiebra. Se trata de negocios que están pasando un mal momento y en los que en casi todos los casos se conjugan unos dueños poco responsables con un menú deficiente y una clientela a la que se exigen demasiadas esperas. El principal problema de la temporada que se está emitiendo estos días es la del lapso de tiempo transcurrido entre que se grabó el programa y su emisión. Un lapso de tantos meses que hace que algunos de los locales hayan cambiado de dueño.

Es el caso del Reina Mariana, un restaurante italiano que esta noche visitará Chicote en su “Pesadilla en la cocina” y que regenta una familia de italianos. Los problemas personales entre los padres (con una larga tradición en negocios de hostelería) y los hijos que ahora mismo llevan el negocio son sólo la punta del iceberg. Y esconden otros problemas que hoy se ven en el programa y que han llevado a que a día de hoy, meses después de la grabación, el negocio haya cambiado de dueños y hasta de nombre. Eso no es nada nuevo. Se calcula que siete de cada diez locales que pasan por Pesadilla en la cocina acaban cerrando sus puertas.

Pero ¿qué opinaban los clientes que hasta que cerró visitaban el Reina Mariana? A juzgar por los comentarios que se pueden ver en todo tipo de páginas no parece que muchos se fueran satisfechos.

“El servicio es pésimo, la calidad de la comida dejaba mucho que desear. Tuvimos que pedir nosotros la servilleta y se mosquearon porque reservamos un día para comer y fuimos y estaba cerrado y con otro nombre el local No es de recibo. Ni volveremos ni esperamos que tengan mucho éxito en su negocio”, recalcaba un cliente hace meses. No era el único con una mal opinión.

“Un servicio pésimo. La entrega de comida tardo más de lo debido. Y para colmo la calidad de la comida más mala que la atención de la señora”, sentención otra clienta. “No me gustó la pizza congelada con comida para cazar turistas. El camarero estuvo más tiempo pensando en su pelo que en atendernos”, remataba otro. Lo cierto es que casi ninguno pareció haber acabado contento ni con ganas de volver.