Gijón, Susana F. SERRÁN

«No sé si es de oro, de plata o de chocolate, ¡pero pesa que da gusto!». Una semana después de que aterrizara en el aeropuerto de Asturias tras su legendario paso por los Juegos Olímpicos de Londres, Ángela Pumariega no se quita la medalla del cuello. Esta gijonesa de 27 años consiguió el quinto oro de la historia olímpica del Principado, así como convertirse en la octava deportista asturiana que logró alcanzar lo más alto del podio. Y si su pasión es la vela, en su día a día lo que le toca es llevar la logística de la empresa familiar Pumariega Gestión, S. L., dedicada a la recogida de residuos y fundada por su padre. Ayer, los trabajadores quisieron hacer un homenaje con champán a la deportista y, de paso, sacarse alguna que otra foto con ella.

«La final fue muy emocionante y nos prestó muchísimo, porque ver que una compañera de trabajo se vuelve "olímpica" no pasa todos los días». Roberto Pinilla, de 54 años, trabaja en la empresa familiar desde hace cuatro. Además de tocar por primera vez una presea de tal calibre, Pinilla aseguró que desde ahora va hacerse seguidor de la vela. Al igual que él, Octavio Ruiz, trabajador de 34 años que está en la compañía desde hace tres, también quiso celebrar la toma de contacto de Pumariega con la vida normal. El gijonés confesó que no seguía las regatas hasta que la asturiana comenzó a ganar: «No contaba nadie con que iba conseguir un oro y, por eso, cuando se hizo campeona fue simplemente increíble».

Además del apoyo recibido por sus compañeros y el público en general, si hay alguien que siempre estuvo detrás de la regatista ha sido, sin duda, su familia. «Íbamos a estar con ella unos días para luego visitar Londres, pero al final, ¡nada de visitas!», comentó entre risas Ángel Pumariega, su padre. Hace veinticuatro años, fundó esta empresa familiar que se ha convertido en la primera fábrica asturiana que recicla aceite para producir biocombustible. Gracias al negocio, la familia pudo financiar la carrera deportiva de una ganadora que ya demostraba madera desde bien pequeña.

«Yo compatibilizo mi trabajo en la oficina que tenemos en Álvaro de Albornoz con la vela», afirma Ángela Pumariega. Detrás de la regatista se esconde una titulada en Económicas que lleva la parte logística de la empresa familiar. «Yo me encargo de la gestionar un poco los planes de la empresa; decirle a cada uno de los chicos qué les toca recoger y en dónde», afirma Pumariega. La relación entre el factor económico y la vela es más estrecha de lo que parece: además de hacer posible el éxito deportivo de Pumariega, la propia regatista ejerce sus conocimientos a bordo de su barco: «Soy la economista del equipo. Tenemos una cuenta común y los premios o el hacer un bote para ir de viaje también lo llevo yo».

Al final la gestión dio resultado para una familia que lleva el deporte en la sangre. «Yo también practicaba la vela, pero en cuanto vi que Ángela era mejor que yo no tuve más remedio que retirarme». Rafael, hermano de la medallista, tiene 24 años y acaba de terminar un módulo de actividades físico-deportivas y se prepara para ser monitor de pádel. Ayer se sumó al brindis por su hermana con el resto de los trabajadores, ya que Rafael también echa una mano de vez en cuando en la empresa. «La personalidad que tiene ella es como la de Fernando Alonso, o cualquier deportista profesional. Es muy disciplinada», sentenció el hermano de la «olímpica».

«A mí todo este revuelo olímpico me pilló estando de luna de miel, y tuve que seguir las hazañas de Ángela por internet». Nacho Sañoso, otro de los empleados «Pumariega» que se incorporó ayer de nuevo a la empresa, estuvo un mes de vacaciones en la Riviera Maya. Este destino es al que Ángela partirá precisamente este jueves, antes de incorporarse en septiembre a la oficina. A diferencia de Sañoso, tendrá un inicio de viaje muy peculiar: antes de coger el avión, se subirá a un barco en la capital española, en el pantano de San Juan. «¡Embarco hasta en Madrid!», afirmó riendo Pumariega.

«Compatibilizo la vela con mi trabajo en la oficina de la empresa, en la calle Álvaro de Albornoz», cuenta la deportista

«Nos prestó muchísimo. Ver que una compañera de trabajo se vuelve "olímpica" no pasa todos los días», afirma Roberto Pinilla