Veneración y amor, eso siente Luanco por la Virgen del Carmen y ayer se demostró una vez más, en la procesión que lleva la imagen de la santa hasta más allá del puerto y a la isla del Carmen. Más de treinta barcos acompañaron a la Virgen, que había subido a la cubierta del "Maresco", haciendo sonar sus sirenas. Pero es que desde el muelle viejo, la Ribera, el puerto nuevo, el crucero de la iglesia y desde cualquier punto en el que se viera la mar, cientos y cientos de personas siguieron a la comitiva con la mirada.

A los mandos del "Maresco" iba Vicente González. "Mi padre ya llevaba la imagen y ahora me toca a mí, es todo un honor. Es el barco con más cubierta para poder llevar a la Virgen con cierta seguridad", señaló el patrón. La procesión marinera es una fiesta de devoción, pero también para compartir con la familia y los amigos. A bordo del barco iban varios familiares del patrón, como Esteban González, que portaba a su hijo, Pelayo, de sólo cinco meses. "Tiene que acostumbrarse desde el principio. ¿Cómo no iba hoy a estar con sus primos?", señaló el padre orgulloso, mientras el pequeño estaba tranquilo mecido por el vaivén de la olas. Lola González, la hija del patrón del "Maresco" le gritó a su padre: "¿Por qué hoy se va tan despacio?". La respuesta es simple: en el barco iba la imagen de la Virgen, los párrocos que oficiaron la misa en el muelle viejo, el alcalde Jorge Suárez, otras autoridades... "No todo el mundo está acostumbrado a esto, hija", le dijo su madre.

Cada poco, se acercaba otra embarcación para poder lanzar alguna que otra fotografía a la Virgen del Carmen y durante todo el recorrido, muy cerca del "Maresco", hubo una pequeña lancha que llamó la atención de todos por sus tripulantes, tres monjas teresianas ataviadas con sus hábitos. Nadie se resiste a la procesión.

Al llegar a las inmediaciones de la isla del Carmen, donde está la capilla dedicada también a la santa, el agua se llenó de flores recordando a los marineros que fallecieron en el mar, para luego regresar al muelle y aupar a la Virgen para devolverla a la iglesia.

Por la noche, la orquesta "París de Noia" puso el broche final a las fiestas, haciendo bailar a todo el pueblo, como el día antes, lo había hecho "New York", tras los fuegos artificiales que cientos de personas siguieron desde el paseo de la playa y desde la misma arena. Treinta minutos de espectáculo pirotécnico que maravilló al público.