BALCONES DEL PARAÍSO

Cabo Vidío, la mirada infinita al Cantábrico desde Cudillero

El banco del mirador del Sablón es uno de los lugares más demandados por los viajeros que, a lo largo de la ruta de los acantilados, se maravillan con las vistas

La ruta por la zona de acantilados del cabo Vidío en Oviñana (Cudillero), como dice el presidente de la Asociación Oviñana Turismo, Alfonso Ruisánchez, no te lleva a un sólo lugar con buenas vistas sino que, en realidad, bien podría llamarse "la ruta de los 40.000 miradores porque, a cada paso que das, no puedes evitar pararte y volver a mirar, y todas esas miradas te devuelven un mar, una costa, un paisaje que va cambiando según vas rodeando el acantilado", explica con vehemencia no exenta de la pasión de este hombre que, comprensiblemente, está enamorado hasta las trancas del lugar en el que nació y donde vive.

Las vistas desde el cabo Vidío y, en los últimos años, desde los distintos bancos ubicados a lo largo de su ruta se han ganado este año el segundo puesto en la encuesta realizada por LA NUEVA ESPAÑA en la que 100 personas han votado sus "balcones del paraíso" preferidos. Con los 20 con más apoyos se hará a cada uno un reportaje.

Eugenia Jiménez y José Torrejimeno, de Madrid, sentados en el banco del mirador del Sablón.   | ANA PAZ PAREDES

Eugenia Jiménez y José Torrejimeno, de Madrid, sentados en el banco del mirador del Sablón. / Ana Paz Paredes

En el caso de este precioso rincón de Asturias, donde el paisaje se convierte en adictivo y hace que sean muchas las personas que vuelven a compartir esta experiencia con familia y amigos, no es de extrañar que viajeros como Eugenia Jiménez y José Torrejimeno, de Madrid, digan que, tras unos diez minutos sentados en el banco del mirador del Sablón, contemplando la infinitud del horizonte marino en un día sosegado, lo que perciben y reciben "es una sensación de calma, de plenitud. Si tuviera que definir de alguna forma lo que nos llevamos de este momento es, paz, sosiego, belleza, calma, vida en resumidas cuentas". Así lo explica Eugenia, a lo que su pareja añade: "Estar aquí sentado en silencio, mirando el mar, relaja mucho. Aquí disfrutas de la tranquilidad que no tienes en otros lados". La pareja son unos "incondicionales" de Asturias, pues ya llevan visitando la región unos 20 años. "Venimos varias veces al año. Uno de nuestros meses favoritos es venir en junio", reseña esta pareja que, además, ya han realizado en cuatro ocasiones el Camino de Santiago, incluido el Primitivo. "Lo hicimos hace muchos años y es muy duro, pero también muy bello", añaden. Y aunque sin duda están encantados con este lugar, su pueblo favorito es Puerto de Vega, "donde tenemos la base y desde nos movemos por el Occidente".

En el centro, el faro sobre el acantilado. Sobre estas  líneas, Juan Carlos Serra y Vese Taneva, en el mirador del cabo. | Ana Paz Paredes

En el centro, el faro sobre el acantilado. / Ana Paz Paredes

Encantados están también cuatro valencianos que llevan un par de días disfrutando de Asturias: Pedro Llorente, Antonio Caballero, Ángela Escribano y María Amparo López. Esta última destaca que "es un paisaje precioso, con mucho respeto por la Naturaleza. No tiene nada que ver con la costa de Valencia, que está masificada. Aquí no hay edificaciones pegadas a la costa. Me parece maravilloso". En el mismo sentido se manifiesta Ángela Escribano: "Estamos sorprendidos, no nos esperábamos este paisaje tan precioso, el mar con ese color del agua". Y en la conversación sale, inevitablemente, otro de los grandes atractivos de Asturias: la gastronomía. "Apenas llevamos tres días y, de momento, un par de kilitos de más ya van encima, pero vaya, bien contentos: fabada, cachopo y pote asturiano. De este último plato nos enteramos por las redes sociales, que no hay secretos, y está muy rico", destacan, sonrientes Pedro Llorente y Antonio Caballero. A todos ellos les dejamos alguna recomendación gastronómica a probar: los pescados, entre ellos el pixín o unas humildes y siempre sabrosas parrochinas, además del rollo de bonito, de lo que tomaron buena nota.

Cabo Vidío, la mirada infinita

Juan Carlos Serra y Vese Taneva, en el mirador del cabo. / Ana Paz Paredes

A la altura del faro, en otro de los miradores de esta ruta, en este caso protegido con maderos, otra joven pareja se deja seducir por el paisaje. Se trata de Vese Taneva y Juan Carlos Serra, vecinos del pueblo alicantino de Villena. Están alojados en el puerto de Cudillero. "Este lugar nos lo recomendó la chica que lleva el hotel. Esto es precioso, tan verde, los pueblecitos. No vemos tanto edificio cerca del mar y nos sorprende, no parece España", dice ella que aún recuerda, el año pasado, cuando visitaron los lagos de Covadonga, estando alojados en Cantabria. "¡Me enamoré de ellos, de hecho no quería volver para Villena!", dice una sonriente Vese. Él, como su pareja, y sobre el momento que están disfrutando por el cabo Vidío y en Oviñana, no puede estar más de acuerdo con ella.

"Es un lugar maravilloso, a mi me transmite mucha paz, mucha calma. Nosotros aquí vamos a la aventura, sin rumbo fijo, viendo cosas y bueno, siguiendo también un poco aquello que nos recomiendan la gente de aquí", describe.

Gente como Alfonso Ruisánchez, por ejemplo. No se puede tener mejor guía para explicar cuánto se ve. "Cabo Blanco, cabo Busto, el campo de La Regalina, la playa de Gueirúa, la del Silencio o Gaviéiru, L’ Airín, El Fornón, la playa de Saliencia, las de Albuerne, Los Negros, La Vallina, Sablón, Cueva y Peña Doria, todo ello visto desde aquí, a la altura de El Raposín. Luego, mirando hacia el faro y hacia abajo, está La Cagalera y El Llau con las entradas a ‘la iglesiona’", señala por decir algunos de las muchas localizaciones que se descubren a lo largo de la ruta de los acantilados del cabo Vidío.

Por cierto, "con el acento en la segunda i, que es algo que llevamos reivindicando muchos años: cabo Vidío, ese es el nombre correcto".

Queda dicho.

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Aunque se puede ir desde diferentes sitios, poniendo como referencia Oviedo, se coge la A-8, la autovía del Cantábrico, sentido La Coruña. Hay que salirse en la numero 438, hacia Oviñana. Una vez en el pueblo, no hay pérdida para llegar hasta el faro y el cabo Vidío. Hay sitio para aparcar, pero plazas limitadas.

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Existen varias rutas señalizadas, con diferentes colores, por Oviñana. Una de las mas guapas es la bajada hasta la playa de Vallina, donde la estrella es un molino que están en la ribera. Los amantes de la poesía podrán leer unos versos del poeta Aurelio García Ovies en el banco del impresionante mirador del Sablón.  

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A los propios de Oviñana se les llama farriegos. Ellos conocen bien la historia del faro, inaugurado en 1950 y cuyo último farero fue Ángel Sánchez que, junto a su mujer, Eloína Ovies, lo habitó 21 años. Bajo el faro existe una enorme oquedad interior que, por su impresionante altura, se le llaman "la iglesiona".

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