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Hiperbólico complot

«Amsterdam».

David O. Russell renueva en Ámsterdam sus repartos cosmopolitas y estelares habituales, su sello distintivo desde hace dos décadas, aunque mantiene como cabeza de serie a Christian Bale, con el que ya ha realizado tres películas contando esta (The fighter y La gran estafa americana son las anteriores), las mismas que con Bradley Cooper y con Jennifer Lawrence, substituidos aquí por los pujantes John David Washington y Margot Robbie.

Confusas tramas

Y si cito a tanta estrella es porque el cine de Russell se ha acomodado a los repartos rutilantes como primer reclamo, y a las historias más o menos enrevesadas como segunda tentación, aunque en el fondo las tramas resulten bastante más sencillas y sean los sofisticados –y ya repetitivos– mecanismos del relato los que las hacen tan complejas, cuando no confusas.

Aquí se trata de una mezcla de melodrama, intriga y conspiranoia ambientada en el Nueva York de entreguerras con tres personajes, dos amigos que se conocieron en el frente europeo de la primera contienda mundial y la enfermera que cuidó de ambos, enfrentados a asesinatos, dilemas, desapariciones y un gran complot político de la extrema derecha estadounidense basado, parece ser, en hechos reales.

Reiteración

Poco importa que aquello ocurriera y la fidelidad a los hechos. David O. Russell mueve los hilos de su hiperbólica trama confiando en sus intérpretes, la reconstrucción retro –pero nada esteticista– de la época y los vaivenes de un relato que, a ratos interesa, en otros desconcierta y en la parte final se acelera para acabar explicándonos de manera reiterativa lo que ya hemos entendido a la primera.

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