El beso moló. Fue un gesto guapo y sincero. Iker y Sara, la pareja perfecta que suavizó algo el sopor de un Mundial que, visto sin filtro rojigualda, fue más bien mediocre, sellaron su amor ante las cámaras y pocas voces cocearon el gesto, ni siquiera las que habían puesto a caer de un burro a la periodista por rondar el área sagrada del Santo, no fuera a sacarle de sus nobles casillas.

Hasta ahí, todo perfecto, que sirvan ya las perdices. Pero desde ese momento rosa en plena ebullición Roja, Tele 5 perdió los papeles y dio la razón a quienes antes la habían acusado de usar a la periodista como cebo para las audiencias. Bien está que la cadena aproveche el ósculo para hacer algo de caja en estos tiempos de audiencias a la baja, pero de ahí a exprimirlo como lo está haciendo hay un trecho que no debería haberse recorrido. Los intereses económicos están ensuciando un momento que no lo merecía y con el abuso se hace un flaco favor a la credibilidad futura como periodista de Carbonero, a la que se está dando el mismo trato en su propia casa que a cualquiera de las estrellitas de la basura que inundan buena parte de la programación.