El príncipe Guillermo, segundo en la línea de sucesión al trono británico, se casará con su novia Kate Middleton en 2012, antes de que comiencen los Juegos Olímpicos en Londres, según publicó ayer el periódico dominical «News of the world». De acuerdo con esa publicación, la pareja contraerá matrimonio en la primavera, antes de que Guillermo cumpla, en junio, 30 años.

Al parecer, a ambos les hace ilusión que la boda coincida con el Jubileo de Diamantes de la reina Isabel II, que cumplirá 60 años de reinado, y la celebración de los Juegos, que empezarán el 27 de julio. La intención es que, con todos estos eventos, el Reino Unido sea un foco de atención mundial. «Será una ocasión señalada», declara al rotativo una fuente cercana a palacio, según la cual «los chinos quizás escenificaran un gran espectáculo en los últimos Juegos, pero a nadie se le da tan bien la pompa real como a nosotros. Será espectacular».

Guillermo y Kate se conocieron mientras estudiaban en la Universidad escocesa de Edimburgo y han estado saliendo desde hace ocho años, aunque con dos rupturas temporales entre medias. Meses atrás, la revista americana «Star» anunciaba que la pareja estaba planeando una «extravagante» boda -con un calendario más cercano- cuyo coste podría alcanzar los 40 millones de dólares (algo más de 32 millones de euros). Un boato que bien aspiraría a refrescar la memoria de todos los súbditos británicos que en 1981 fueron testigos del enlace entre el príncipe Carlos y Diana de Gales.

Según esa misma fuente, Kate Middleton está dispuesta a darle un toque personal a su ceremonia. «Guillermo se sentirá orgulloso al verla», aseguró Nicholas Davies, experto en la casa real de Inglaterra y autor del libro «William: King for the 21st Century», quien aseveraba entonces que «Guillermo siempre ha dicho que estará preparado para casarse después de su 28 cumpleaños». De ser ciertas esas predicciones, el enlace se convertirá en un cuento de hadas que incluirá diseños de alta costura, espléndidos ramos de flores y una joyería de valor incalculable, como el anillo de zafiros y diamantes de 18 kilates que Guillermo heredó de su madre.