El Centro de Arte y Creación Industria de la Laboral, en Gijón, se va a convertir en beneficiario del enésimo desencuentro en el seno de la familia Thyssen. La exposición «Viajes por el hiperespacio», que va a ser inaugurada el próximo 6 de octubre en Asturias, tenía su inicial y muy natural acomodo en las salas del Museo Thyssen-Bornemisza, en Madrid. No pudo ser. El motivo, que la baronesa no se puso de acuerdo con Francesca Thyssen, hija del barón. ¿Se llevan mal? No exactamente. Es que, cuando hablan de negocios y proyectos, el diálogo no es fluido.

Así lo explicaba ayer al diario «El País» la propia Francesca, una mujer que no aparenta sus 52 años (es hija de Heirinch y de su segunda esposa». Francesca fundó en el año 2002 la Fundación Thyssen-Bornemisza Art Contemporary, al que le puso el también contemporáneo nombre cifrado de T-B A21.

Así que en la última década Francesca se ha convertido en una especie de mecenas artística con mucho dinero, abierta a las nuevas corrientes del arte. Como su madrastra, con la que no acaba de entenderse. Cuando Francesca le planteó a Tita Cervera la exposición que ahora se viene a Gijón, los planes no convencieron del todo a la baronesa. Francesca lo explica: era necesario mover en el Museo Thyssen algunos cuadros muy emblemáticos para usar las salas más amplias e instalar en ella obras modernas de gran envergadura. Hubo malas caras. Más tarde se planteó que otras obras del Art Contemporary iban destinadas al hall de entrada. Francesca sugirió retirar el retrato que preside ese hall, el de Tita y su difunto marido. Y por ahí la viuda de Heinrich Thyssen-Bornemisza no pasó.

En la polémica, llevada -eso sí- con mucha más discreción que otras cuestiones familiares, subyacen quizá dos ideas distintas del arte. Francesca reconocía en la entrevista que el Museo Thyssen no se dedica a exponer arte contemporáneo, pero está convencida de que ese medio millar de obras que ha adquirido en estos últimos ocho años -dicen que con sentido muy racional- son en cierto modo una continuación de lo que se expone en la capital de España. «Mi abuelo estaba fascinado con Rodin, y mi padre conoció mucho a Liechtenstein, Lucien Freud y Andy Warhol... Mi propósito de exponer en el Museo Thyssen era demostrar la continuidad del coleccionismo de la familia», asegura.

A idea muerta, idea puesta. Y en esto llegó el Centro de Arte de la Laboral y se apuntó un tanto espectacular. La exposición (de octubre a febrero) va a servir para que miles de asturianos se acerquen por vez primera a ese monstruo gijonés que a unos tanto repele y a otros tanto fascina.

Lo contemporáneo es menos conocido para el gran público, pero los medianamente entendidos se frotan las manos al conocer que camino de Gijón viene obra de Höller. Prego o Doug Aitken. Obra por lo general de formatos grandes que Francesca, dueña de una isla muy cerca de Duvrovnik (Croacia), ha ido adquiriendo, en ocasiones directamente de los artistas. «Es difícil trabajar en el entorno de Tita», reconoce la hija del barón Thyssen. «Está en todo y, a la vez, es profundamente insegura. En realidad, creo que ella no entendió lo que yo pretendía hacer. Y ya no quise insistir».