El presidente de Bolivia, Evo Morales, es un aficionado al fútbol. Ha defendido en numerosas ocasiones que la selección pueda disputar sus encuentros en La Paz, a una altura que dificulta la recuperación del oxígeno por parte de muchos futbolistas de selecciones contrarias, que no se acostumbran a estas circunstancias.

Pero no queda ahí la cosa. A Morales le gusta también jugar al fútbol. Y debe ser por eso del poder, pero Evo no se corta en el juego duro. El lunes disputaba un encuentro contra un combinado de miembros de la oposición. Sin mediar palabra, Morales propinó un rodillazo a un jugador contrario en la entrepierna, y éste cayó fulminado. Parece ser que, instantes antes, Morales había recibido una patada en la espinilla y decidió tomarse la justicia por su mano. El árbitro, por si acaso, decidió expulsar al miembro de la oposición, tendido en el suelo.