Hubo un tiempo en el que se decía que la hijas de Isabel Preysler (Ana, Tamara y Chabeli, de menor a mayor) eran un calco o se parecían mucho a su madre. Luego, en un momento determinado, se cambió y empezó a decir que Isabel Preysler es la que se parecía a sus hijas. Y así hasta la actualidad.

Es una forma de resumir la evolución estética de la matriarca de uno de los clanes más famosos, rentables y permanentes en el mundo del famoseo: ella no envejece, sólo los que están a su alrededor; ella incluso mejora con el paso del años. Pese a quien le pese.

Es fácil encontrar un titular para la celebración del 65.º cumpleaños de la Preysler (así la llama y la conoce el pueblo llano): no se jubila. A una edad a la que la inmensa mayoría de los mortales llega con el retiro en la mente, a ella le queda a años luz. No, que no cunda el pánico, Isabel Preysler no se jubila. ¿De qué?, preguntan muchos. Pues de lo suyo. Cada cual que lo defina a su gusto. La Wikipedia pone que es periodista, presentadora de televisión, modelo y socialité. No figura lo de empresaria, aunque ahora comercialice cremas, por lo visto, no con todo el éxito esperado.

Puede que hayan sido las cremas, la buena genética, la cirugía... Pero nadie niega que Isabel Preysler llega a los 65 estupenda. Determinar el momento en que la guapa filipina (Manila, 18 de febrero de 1951) empezó a parecerse a sus hijas y a ser difícil distinguir quién es quién en las fotos de las revistas cuando hacen los posados familiares es difícil, pero se puede centrar en la "época Boyer".

Su largo y tranquilo matrimonio con el difunto economista y exministro socialista (1988-2014) le facilitó una transición serena de la juventud a la madurez, dicen los expertos en su vida, con tiempo para cuidarse y redefinirse a una edad (con Boyer se casó a los 37 y quedó viuda a los 63) en la que ya toca mirárselo. A juzgar por el resultado, lo ha hecho bien, pues hasta ahora nadie le hace sombra.

El poder e influjo de la Preysler -estudiado, analizado y destripado hasta la saciedad por los cronistas del corazón una generación tras otra- es tal que ninguno de sus tres maridos y su pareja actual, todos con un nombre, fama y oficio destacado, no han logrado hacerle sombra. Ahí están los hechos.

En 1971 se casó con el famosísimo Julio Iglesias cuando ella era una joven de buena familia prácticamente desconocida. Al divorciarse en 1978 salió ya del matrimonio con un nombre propio. Todo un marqués la conquistó en 1980, el exquisito y educado Carlos Falcó, quien pasó a ser el marido de la Preysler, ensombrecido por su poder de atracción. En el candelero estaba Miguel Boyer cuando se casó con la filipina en 1988: el economista, al contrario de lo que todos aventuraban, pasó a un segundo plano y poca atención suscitaba si no aparecía junto a su mujer en actos públicos, siempre medidos con cuentagotas.

Ahora, todo un premio Nobel y un escritor sobradamente reconocido como es Vargas Llosa ha visto cómo en los últimos meses su presencia ya no interesa tanto si no va acompañado de su ¿futura? esposa.

Un cantante, un marqués, un economista y ministro y un premio Nobel. Ninguno ha hecho sombra a la Preysler. La reina de corazones no se jubila.