"¡Isabel!, ¡Isabel!, ¡Isabel!", así, entre gritos y vítores de sus fans, comenzaba el martes el tan esperado programa de "El Hormiguero", en el que Isabel Pantoja reaparecía en televisión tras su paso por la cárcel. Aunque nadie esperaba una entrevista demasiado dura, no es el estilo del programa, nadie estaba preparado para la transformación que sufrió esa noche "El Hormiguero", en ocasiones más parecido a la casa de Bertín Osborne que al plató de la ciencia y las locuras a las que nos tienen acostumbrados el equipo de Pablo Motos.

Los elogios a la artista desde el primer momento, el recordatorio de que sería su única entrevista en España y que acudía gratis ya daban muestras de la entrevista/masaje que veríamos minutos después en pleno prime time y en falso directo. La tonadillera no quiso hablar en ningún momento de su paso por prisión por blanqueo de capitales y despachó el tema con un "ese lugar de cuyo nombre no quiero acordarme", pobre Cervantes...

Lo que está claro es que las concesiones del programa a Isabel Pantoja tenían una motivación clara: la audiencia. Y ahí nadie puede negarle a Pablo Motos su triunfo. La expectación por la vuelta de la tonadillera se tradujo en un doble récord histórico del programa, con 4.783.000 espectadores y un 23,8% de cuota de pantalla. No contento con esto, "El Hormiguero" también se llevó el minuto de oro del día a las 22.54 horas, con casi seis millones de espectadores y un 30% de share, ahí es nada. Ahora ya se puede decir que el fútbol y la Pantoja reinan en la televisión.

Sin experimento, magia, ni monólogos, a la entrevista en la mesa le siguió un "momento Arguiñano" en el que Isabel Pantoja pudo mostrar a la numerosa audiencia que sabe preparar un gazpacho, puro surrealismo. Además, la tonadillera tuvo tiempo de saludar a su hijo y bailar uno de sus temas, mandar recuerdos a su madre y dar las gracias a su hermano para deleite de las decenas de "pantofans" que abarrotaban el plató.

Cuando parecía que llegaba el final, el programa se convirtió en un concierto nada improvisado. El cambio de vestuario de la cantante permitió meter un vídeo con una de las cámaras ocultas de Jandro y recordar así a la gente que aquello seguía siendo "El Hormiguero", o lo que quedaba de él. Tras cantar en directo el single de su nuevo disco compuesto por el difunto Juan Gabriel y un segundo tema por aclamación popular, llegó la confirmación, la Pantoja había vuelto.

Mientras ocurría todo esto, las redes sociales se convertían en el campo de batalla en el que los "haters" y los fans se enfrentaban censurando o aplaudiendo la intervención de Isabel Pantoja en el programa. Mientras que algunos hacían hincapié en que se había evitado hablar sobre su temporada a la sombra (y no precisamente a la de los pinos), otros defendían que la tonadillera ya había pagado con la cárcel por sus delitos y tenía todo el derecho a volver a trabajar sin tener que estar todo el día recordándolo. Al programa, al que muchos acusaron de venderse, le llovieron también de todos los colores.

Pablo Motos, concentrado en lo suyo, no quiso despedir el programa sin agradecer a la Pantoja su presencia y, de paso, dejar una imagen para la posteridad dándole un beso en los morros a la tonadillera. Con una Isabel emocionada, "El Hormiguero" despedía un programa (extraño y más largo de lo habitual) catalogado por muchos como una operación de blanqueo de imagen en toda regla.