Desde lo alto del Pórtico da Gloria, 800 años contemplan a los visitantes y algunos de los personajes representados en el arco central, como el ángel arrodillado a la izquierda del Cristo redentor, lo hacen exactamente con los mismos colores (azul lapislázuli) con los que los vistió el Maestro Mateo cuando creó el conjunto que se considera la obra cumbre del arte Románico.

El color, en unas esculturas con más empeño y suerte que en otras, ha sobrevivido a la historia y a las huellas y agresiones que deja el paso del tiempo en forma de polvo y suciedad y, gracias a un complejo proceso de restauración que se demoró diez años y ascendió a más de 6 millones de euros, desde ayer está al alcance visual de los visitantes.

Cualquiera -al menos en teoría, porque el acceso es gratuito y, por tanto, ajustado a todos los bolsillos- que tenga un poco de paciencia puede verlo. Paciencia, porque ayer las colas que se congregaron en torno a la catedral de Santiago por la mañana se traducían en dos horas, o más, de espera, aunque los afortunados que pudieron disfrutar de los quince minutos de Gloria no lamentaron el sacrificio, como aseguraba, por ejemplo, Pedro López, procedente, junto a su familia, de Valencia, que visitaba Santiago por tercera vez y se congratulaba por poder disfrutar de la versión en tecnicolor de la obra del Maestro Mateo, hasta ayer inédita para el público.

El asombro ante la belleza fue el sentir común, y los adjetivos, reincidentes: "impresionante", "maravilloso" o "indescriptible", como afirmó Antonio, un peregrino. Los visitantes, entran con un folleto, su guía particular, para ayudarles a identificar "quién es quién" en el conjunto y de vez en cuando bajan la cabeza para leerlo. Escondido tras la columna central, el Maestro Mateo -"canonizado" por aclamación popular como "Santo dos Croques"- vela con discreción por sus criaturas renacidas.