Una madre que se suicidó tras asesinar a sus hijos y que, convertida en un espectro maligno, vuelve al mundo de los vivos para robar a los niños de sus cunas es el pretexto para la enésima película de fantasmas enajenados que atormentan a los vivos. "La Llorona" no destaca por su originalidad ni por su brillantez, aunque Michael Chaves se afana en armar un puñado de buenas escenas, como el plano secuencia del inicio, y algunos sustos inspirados.

Pero ni el esfuerzo de su director ni el sólido desempeño de su actriz protagonista (una Linda Cardellini que hubiera merecido algo más de suerte y atención en una carrera que ha quedado marcada por su aparición en las lamentables películas de acción real sobre "Scooby-Doo") logran salvar a "La Llorona" de un guión que se interna en lo delirante y no hace nada por escapar de los caminos más trillados del terror contemporáneo.

Al final, "La Llorona" se conforma con cubrir las expectativas de los amantes del género, que seguramente encontrarán en su retahíla de sustos prefabricados un desahogo a la Semana Santa. En cuanto al resto de espectadores, sólo les resta empatizar con el espectro y echarse, ellos también, a llorar.