Conquista, venganza, expiación, ternura... El genio de la composición fílmica Ennio Morricone trasladó a su primer y casi último concierto en Madrid 60 años de emociones, estremeciendo vellos y oídos que respondían visceralmente a historias tan inmortales como las partituras que las hicieron volar.

El afamado compositor, que vive como "una bendición" poder dirigir aún sus conciertos a los 90 años, congregó así a más de 10.000 personas a su cita en el WiZink Center, muchos jóvenes imberbes cuando sus primeras películas se estrenaron y que agotaron en cuestión de horas todas las entradas, tanto de la velada del martes como de la que tuvo lugar ayer como parte de su última gira mundial.

La ocasión lo requería. Más de 700.000 personas han disfrutado ya de este repaso por su carrera, grande y mágico como lo es la historia del cine, con una orquesta y coro de 200 personas y la portuguesa Dulce Pontes como artista invitada.

Un espectáculo de dos horas y media en el que han sonado más de veinte composiciones. La estrella ha hecho acto de presencia a paso lento, 15 minutos después de la hora prevista, y con un leve ademán de timidez ha respondido al homenaje del público. Así ha dado comienzo la música, para virar de la incertidumbre de "Los intocables de Eliot Ness" a la esperanza evocadora de "The Dreams will go on". La tenacidad y a la vez sencillez que representa al pueblo en "Novecento" ha despertado aplausos de la concurrencia, antes de hacer su pequeño guiño a España con el "¡Átame!" de Almodóvar El final, de altura épica, casi mística, ha llegado con "Cinema paradiso" y, antes, con "La misión".