María Amor Pola lleva desde el martes sin parar de trabajar por culpa de la predicción de una pitonisa. Elsa Altagracia, la vidente gallega que hace días dijo que el Gordo de la lotería de Navidad de este año iba a caer en el número 86.098, ha saturado la centralita de llamadas de la administración de loterías de Cudillero en la que trabaja Pola. ¿La razón? En la web del sorteo se informaba de que en este negocio asturiano se vendía un billete (10 décimos) del número que supuestamente va a resultar el afortunado según esta vidente, una mujer gallega que ganó el segundo premio en el año 2017 después de soñar con el número 51.244. Ese éxito del pasado le ha garantizado que miles de personas sigan el consejo de la pitonisa este año y busquen un número que ya está agotado en todas partes.

En el día de ayer, cuando este periódico contactó con la lotera, Pola ya había descolgado el teléfono más de medio millar de veces. Estaba sufriendo una auténtica avalancha de peticiones del número que según la pitonista iba a llenar de millones a sus poseedores. "Me fui a comer y cuando volví tenía 396 llamadas perdidas en el teléfono. Es una locura. Así no puedo trabajar", afirmaba ayer la empleada de esta administración de Cudillero. El martes María Amor Pola tuvo que poner a trabajar a su hermana solo para que le contestara al teléfono. "Tenía trabajo y era incapaz de concentrarme", relató. Parece que los creyentes en el poder visionario de la pitonisa Elsa Altagracia se habían convertido en legión.

La fiebre por el 86.098 no llegó solo a Cudillero. La administración de loterías del Alcampo de Gijón y dos situadas en Oviedo (una en la Tenderina y otra en la calle Magdalena número 3) también están saturados de trabajo. Todo por la fiebre del supuesto Gordo. "Estoy convencida que vendimos esos números en julio o en agosto. Me hicieron hasta mirarlo en el sistema de tantas llamadas que me hacían pero ni me acordaba del número", relató ayer Pola. La obsesión de algunos llegó a tal punto que el miércoles a primera hora de la mañana cuando abrió la administración la lotera se encontró en la puerta a dos vecinos de Valladolid que habían viajado más de 300 kilómetros porque en Cudillero no les cogían el teléfono. "Decían que querían el número pero yo no se lo pude dar pero como no respondía sus llamadas cogieron el coche y se vinieron", recordó la lotera.