Comienza “Gambito de dama”, una de las 10 series más populares ahora en Netflix, y la actriz Anya Taylor-Joy, convertida en Beth Harmon, incrusta sus ojos mutantes y esquinados en su adversario de ajedrez (de abajo arriba); menea sigilosamente el cuello como un ave, enroca pómulos y entreabre los labios rojos y picudos como calculando el punto exacto donde asestar un mordisco feroz que arranque un jaque mate sádico y delicioso. Sofisticadísima. Y, entonces, entran unas ganas irrefrenables de sentarse frente a un tablero y sacrificar un peón mientras se cruzan los brazos y se eleva la barbilla. Y de vestir afrancesado. Y de caminar con los brazos separados del cuerpo, balanceando ligeramente las caderas y con la espalda y el esternocleidomastoideo tirantes, como esa actriz de la pantalla que aprendió a desfilar recta como una torre cuando empezó a trabajar como modelo después de que una desconocida se lo propusiera por la calle (de ahí saltaría a la interpretación).

En realidad, Anya Taylor-Joy, que hasta la serie nunca había jugado al ajedrez, tiene poco en común con esa joven solitaria y hermética que interpreta, pese a que la sensación de “estar aislada y, a la vez, tener un mundo fuera de lo común y un talento”, como le ocurre a su personaje más famoso, no le resulte ajena.

Ese castellano porteño.

Ella es cariñosa (“hasta el confinamiento, me gustaba empezar cada día de rodaje dando un beso y un abrazo a cada miembro del equipo”). Y extrovertida. También, chistosa. Sobre todo cuando acude a los platós de Argentina, el país donde vivió hasta los 6 años. Es allí, más que en ningún otro lugar, donde celebra chistes a carcajadas y habla por los codos con un castellano de acento porteño plagado de “dale”, “¡te lo juro!” y “reloco”.

“Vengo de muchas partes, pero mi actitud es argentina”, explica. ¿Tal vez hay más contención y silencios en las entrevistas televisadas que atiende en Gran Bretaña, el país en el que ha vivido después? Siempre cuenta que aprendió inglés a los 8 años (por eso tiene un “acento medio raro”), pero tampoco quiso aprenderlo antes porque creía que de esa manera sus padres decidirían regresar a Argentina, el país que aún extraña, donde viven dos de sus cinco hermanos y al que regresa por Navidad. Ahora no tiene hogar fijo: “En los últimos años vivo donde está la película”. Por ejemplo, en Barcelona (“me encantó”) y en Avilés, donde rodó “El secreto de Marrowbone” bajo las órdenes del director ovetense Sergio G. Sánchez.

Facciones esquimales.

Hija de madre inglesa-española y de padre argentino-escocés, sus ojos oscuros y sus facciones esquimales no siempre la han ayudado. Como en su primer casting, en el que se buscaba a una Angelina Jolie joven para “Maléfica”. “Allí todas eran inglesas y yo... ¡un chucho! Buscaban un look clean y yo tengo los ojos muy grandes, uno muy para acá y el otro...”. No la cogieron.

Luego vendrían más oportunidades. Como “The witch” (“La bruja”), que en el 2015 marcó el inicio de su carrera, le dio una nominación a los “Bafta” y la introdujo en el cine de terror, género que la adoptaría como musa: en cuatro años, ha trabajado en las espeluznantes “Morgan”, “Split”, “Glass” y la española “El secreto de Marrowbone”. También en el vídeo “Red lips” de “Skrillex”, donde muta en hada futurista (o una especie de Björk albina) que debe huir de unas presencias oscuras y tribales.

Curiosamente, Anya no es una gran fan de las películas de miedo: “Para nada ”. Eso sí, trabajar en ellas puede ser muy beneficioso porque dejan espacio “para gritar, llorar... Luego me voy a casa y duermo mejor”, concluye.

La película “Emma” y, sobre todo, la serie “Gambito de dama” han hecho de Anya Taylor-Joy, a sus 24 años, la actriz de moda en Hollywood. Ella, por ahora, dice que no le importa que gran parte de su vida discurra en un avión porque le encanta su profesión. Incluso, le gusta “hacer prensa”. “Me divierto bastante. Tras la prensa, me voy con mis amigos a bailar. ¡Tengo amigos en todo el mundo!”, explica la actriz, que con la serie ha movido ficha y tiene en jaque a todo el mundo.