–Empiezo a sentirme como una vieja diva de Hollywood, una que se ha casado y divorciado tres veces... Tengo varios matrimonios fallidos de los que guardo muy buenos recuerdos, de todos ellos.

También de “Pereza”. Así habla Rubén Pozo (Barcelona, 1975) del pasado, del conocido grupo que tuvo con Leiva durante los años 2000. Va a cumplirse una década de su paso por el dúo, y ha lanzado varios discos en solitario, pero sigue el runrún sobre el que pudo ser el conjunto español más popular de su época. Hoy, el catalán actúa en la Fábrica de Armas de La Vega, en Oviedo, como artista invitado del Concurso de Rock.

–Supongo que hay ganas de volver a coger la furgoneta y salir con la banda.

–Ha dicho furgoneta y se me han puesto los pelos de punta. La verdad es que vuelve a ser excitante. Tenemos ganas de coger el equipo y salir para Asturias. El primer concierto en meses que no voy a dar en solitario... imagínese.

–Aunque ya nada es lo mismo.

–En estos conciertos “pandemiaos” hay que readaptar el repertorio. Cambiar las partes cañeras por otras de medio tiempo. Toca quitarles la chupa de cuero y ponerles una de pana. Pese a todo, estos conciertos siguen siendo emocionantes. Se dice eso, que no es lo mismo, pero tampoco lo es ver a tu madre... Hay que adaptarse a este formato y también tiene sus cosas buenas, se nota el hambre de directo.

–¿El tiempo que se ha quitado a los conciertos se le ha dado a componer nuevos temas?

–Sí. Voy sacando canciones adelante. Querría sacar algo en 2021, haya vacuna o no. Hay quien quiere aguantar las cosas y esperar a que la cosa mejore, pero mi visión es que no se interrumpa el flujo. Aunque la composición está siendo más complicada que de costumbre. A veces no sé de qué hablar, porque no quiero hablar de todo esto que está pasando. Creo que me falta salir como antes, vivir como antes. A ver cuándo le quitan el apelativo a la “nueva normalidad” y vuelve a ser, simplemente, normalidad.

–El golpe en el mundo de la música ha sido duro.

–No quiero quedar de llorón, pero lo ha sido. Supongo que ha pasado en todos los ámbitos, y no es culpa de nadie, solo de un ser microscópico. Pero en el sector hay gente que lo está pasando muy mal y no puedo evitar la reivindicación. Nosotros no tanto, porque tenemos derechos de autor, streaming y los ingresos de los discos. Los más afectados son aquellos músicos que no componen y, sobre todo, los técnicos, los pipas, los plomos... Son nueve meses sin trabajar y es muy jodido.

–¿Cómo afronta el concierto en Oviedo?

–Con ganas, vamos en formato trío. Bajo, batería y guitarra. Haremos un repaso a los temas de los discos en solitario y, por supuesto, alguna de mis perlitas de “Pereza”. Esa fue una etapa preciosa. Siempre he tenido mucha suerte con las bandas en las que he estado. Soy uno de los más afortunados de este mundo. La verdad es que nací con una flor en el culo.