Cuando se entregaba el primero de los “Globos de Oro” de la noche un fallo técnico dejó inicialmente sin sonido al premiado, Daniel Kaluuya, uno de los cuatros intérpretes negros reconocidos en la 78.ª edición de los premios de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood. “¡Estáis jugando sucio conmigo!”, clamó el británico antes de que solventara el problema y pudiera dar vía zoom su discurso llamando a los espectadores a estudiar a Fred Hampton, el brillante líder Black Panther de Chicago asesinado en 1969 por el FBI y la policía al que interpreta en “Judas y el mesías negro”.

En el último galardón, casi tres horas después, Chloé Zhao, explicaba que “Nomadland”, la película coronada como mejor drama, es en su núcleo “un peregrinaje por el dolor y la curación”, un “viaje difícil y bello”. Poco antes la realizadora china había grabado su nombre en la absurda lista de directoras reconocidas por estos premios, donde por 37 años había estado en la más absoluta soledad Barbra Streisand, que ganó por “Yentl”.

Ese principio y ese final de la gala eran aptos para describir estos “Globos”, los del año de una pandemia que ha impuesto lo virtual, ha hecho de los salones escenario y pasarela y de las plataformas. Y los dos premios se podían leer, más allá de los innegables méritos de los reconocidos, en términos paradójicos, o con un poco de olfato de las políticas de Hollywood como un esforzado propósito de enmienda. Porque precisamente el año en que habían desatado una tormenta los oscuros nubarrones que planean sobre la Asociación por sus serios problemas éticos y especialmente por la ausencia de ningún periodista negro entre un grupo de 87 de todo el mundo, el palmarés se llenaba de diversidad racial y de género.

La controversia era el elefante en la habitación, o en la habitaciones, porque la gala se veía forzada a dividirse entre Nueva York y Los Ángeles para las dos presentadoras, Tina Fey y Amy Poehler, y en las decenas de escenarios personales de los nominados y ganadores. Y el más peliagudo tema dio a las dos cómicas para hacer alguna broma inicial pero se abordó sobre todo en serio. La gala permitió que abordaran la cuestión múltiples galardonados. Lo hizo Sacha Baron Cohen, que con la osada “Borat 2” ganó mejor comedia y mejor actor del género. Lo hizo Daniel Levy después de que “Schitt’s Creek” lograra en apartado de comedia televisiva lo que logró en drama “The Crown” (la serie con la que Netflix logró cuatro de sus 10 estatuillas). “Espero que el año que viene a estas alturas esta ceremonia refleje la auténtica extensión y diversidad de las películas y televisión que se hacen hoy en día, porque hay tanto más para ser celebrado”, dijo.

Jane Fonda.

Jane Fonda.

Jodie Foster.

Jodie Foster.

Y lo hizo, mejor que nadie, Jane Fonda, con el premio Cecil B. DeMille en sus manos y tras mostrar su admiración por varios proyectos nominados o injustamente olvidados, como “I may destroy you”.

Los “Globos” también tuvieron su mezcla habitual entre lo previsible y las sorpresas. En la primera categoría entraron premios como el de la miniserie “Gambito de dama” y su protagonista, Anya Taylor-Joy; otro triunfo de Pixar con “Soul” o el galardón para “Minari’’. En lo inesperado hubo donde elegir. El “Globo” de interpretación femenina dramática no fue para Frances McDormand o Carey Mulligan (y ‘Una joven prometedora” se fue de vacío, como “Mank”), sino para la Billie Holiday creada por Andra Day. Ocho años después de hablar por primera vez abiertamente de su homosexualidad, Foster recibió el premio como actriz secundaria por “The Mauritanian” dando un beso a su esposa. Con su perro entre ellas, las dos estaban en pijamas, elegantes pero pijamas. Laura Pausini consiguió el premio a la mejor canción por “Io Sì“ de la cinta “La vida por delante”.