Ramón García. Nacido en Bilbao hace cincuenta años, este popular presentador televisivo, de verbo rápido y talante cordial, se niega a admitir diferencias por cuestión de sexo. Aprendió de su familia a compartir las labores domésticas y hoy, felizmente casado y padre de dos hijas, defiende la paridad de sexos en su trabajo a la vez que afirma que la mujer suele ser, en general, más comprometida y perfeccionista.

De entrada no admite diferencias entre los sexos y celebra la caducidad de las actitudes machistas. Ramón García, rostro popular de la historia televisiva del país, presente en tantas y tantas Nocheviejas, aborda su nueva temporada al frente de las tardes radiofónicas de la Cope, con la igualdad de sexos en la mochila. "Quizás a ellas les interesa más la moda y la belleza que a nosotros, pero a mí, que llevo usando hidratantes toda la vida para contrarrestar los efectos del maquillaje de la tele, es algo que no me hace perder ni un segundo de reflexión. Hace tiempo que el gañán pasó a la historia, que el hombre se cuida, y en eso no hay vuelta atrás". Tiene cincuenta años este comunicador de verbo rápido y talante agradable, hijo del dueño de una discoteca de Bilbao, en la que ejercía de disc-jockey. Una actividad que, recuerda, le proporcionó "penas y alegrías, porque muchas chavalas se acercaban a pedir su canción favorita, pero eso de que la disco fuese de la familia las echaba un poco para atrás. Por si andaban por allí, igual. El caso es que yo, que me recuerdo ligón desde pequeñito, no siempre conseguía mis propósitos. Pero tuve mis buenos momentos". Por su 'carisma' como pinchadiscos y por su simpatía. "De hecho, lo más bonito que me ha dicho una mujer es que la hago reír".

Admirador de la belleza femenina, que le "encanta contemplar", reconoce que son necesarios otros valores para sustentar una relación. "Se puede ser muy bonita, pero si no hay nada en el interior, hay poco que hacer". Lo dice con conocimiento de causa, porque no se casó hasta los 35, "y tuve varias novias o amigas especiales. Pero no creí en la pareja hasta que encontré a mi mujer (la periodista Patricia Cerezo), que me cambió los esquemas, además de mostrarme su capacidad de sacrificio, lo que le agradezco cada día. En aquel momento en que cada uno teníamos nuestra carrera, ella renunció a la suya por mí. Para que nuestra pareja funcionara, sin que el trabajo nos impidiera vernos. Desde entonces, en 15 años no nos habremos separado más de una semana". Se considera afortunado porque, cuando está con ella, le faltan horas para charlar y contar. "Me dan un poco de pena esos matrimonios que están en un restaurante poniéndose morados, pero casi ni se hablan. En la pareja hay que dejar que corra el aire, que cada cual tenga su espacio, pero es esencial disfrutar al máximo del tiempo que se comparte". Son padres de dos hijas que le han despertado sentimientos que no creía poseer. "Yo, que era un tío durísimo que no le tenía miedo a nada, me he vuelto frágil al ver su fragilidad y creo que si fueran dos niños, ese aspecto estaría menos marcado. Cuando los veo en el patio del colegio jugando un poco a lo bestia, me preocupo. Es inevitable que surja el instinto de protección". También lo reserva para sus amigas -"cuando lo han necesitado"- y para sus amigos. "Soy muy de tribu, y no me gusta que hagan daño a los míos, sean del sexo que sean". Sí reconoce, sin embargo, que hay dos mujeres 'muy potentes' fundamentales en su vida y en las que se apoya a la hora de pedir consejo, "porque su criterio me da mucha confianza". Su esposa y su madre, que, "pese al legendario matriarcado vasco, me dejó muy claras mis obligaciones desde niño. Con seis años yo me hacía la cama y la cena. Me enseñó a coser y a planchar y a no depender de nadie para organizarme la vida. A mí no me han hecho una maleta jamás", subraya orgulloso.

En el trabajo, practica la paridad o, incluso, "suele haber más mujeres que hombres en los equipos de los que he formado parte. Ellas, que a estas alturas ya lo han demostrado todo, tienen un puntito más de afán de superación. Su nivel de compromiso suele ser mayor. Y si algo que han estado fraguando durante días no ha salido como esperaban, se pasan un buen rato dándole vueltas al porqué. Son más perfeccionistas. Nosotros lo solemos resolver con un 'venga, mañana intentaremos hacerlo un poco mejor' y nos consolamos con más facilidad".