Opinión

Conocidos

Leí la semana pasada en Internet que en nuestra vida diaria tienen tanta importancia los amigos y familiares como los simples conocidos. Argumenta el artículo que las personas más cercanas a nosotros suelen ser afines en hobbies y maneras de ver la vida y, por tanto, predecibles en sus actos. Ya sabemos que nuestras madres no nos van a sorprender un domingo con un plato de pollo tikka masala extra picante o que nuestro hijo adolescente no se va a arrancar por bulerías cuando le propongamos que arregle la leonera en la que vive. De un familiar o de un amigo esperamos atención, escucha activa y apoyo incondicional. Sabemos a quién contarle las miserias y a quien contarle los chistes, intuimos cuando es el momento de hacer mutis o de pedir que nos ayuden a hacer las pastas para el té. Tampoco esperamos que nuestro bien amado marido decida invitarnos el próximo fin de semana a saltar en paracaídas o a hacer puenting.

Los conocidos que nos rodean, aparte de ser agradables, saber nuestro nombre y un poco de nuestra vida y andanzas, nos pueden dar esa información general básica que necesitamos para ampliar nuestros horizontes. Además de servir de extras en nuestras películas diarias dando los buenos días, sonriendo o preguntándonos por nuestro gatito alérgico, los conocidos forman una red extensa de gente agradable que nos apoya indirectamente con su presencia. Un conocido nos puede sugerir rutas costeras o un retiro en un monasterio, algo que nuestro mejor amigo, que es tremendamente sedentario y un fiestero empedernido, nunca haría, por poner un ejemplo.

Un dialogo sumamente enriquecedor sería:

-Hola María ¿Qué tal todo?

-Fenomenal desde que me apunté a hacer crochet con un grupo de hippies.

-Anda Carmen, que collar tan mono traes.

-Es que voy a un taller de joyería creativa que organiza una chica colombiana que es una crack.

-Hola vecino, ¿qué tal tu mujer?

-Se apuntó a work away y está en un santuario de burros en Florencia.

Desde que hago vida social en la calle conozco dos mercadillos nuevos, me he apuntado a un curso de cocina africana y he comprado unas mallas para mi clase de jiu jitsu que son el último grito en ropa transpirable.

Y sigo compartiendo mis excentricidades con family and friends.