Opinión

El suero de la verdad

Sin darnos cuenta alguien del grupo en el que me encontraba comenzó a hablar de aquellos años que ya no volverán y que quedan medio perdidos en la trastienda de nuestra memoria. ¿Os acordáis de lo felices que éramos con tan sólo salir a jugar a la calle? Bastaban nuestras manos para 'fabricar' una pista por la que competirían nuestras 'chapas' a las que lijábamos por frotación, para que se desplazasen más deprisa por aquel sinuoso circuito improvisado de tierra sin arcenes ni señales...

El Águila Negra, KAS, Mirinda, Schuss etc. eran las marcas de nuestras ‘bici-chapas’ que solíamos coger en los bares y chigres cercanos a casa pues, en aquellos años, no había frigoríficos ni neveras en muchos hogares y tampoco bebidas ni refrescos como sucede hoy.

Por culpa de otro ‘Águila’ (el de Toledo), Federico Martín Bahamontes,  todos teníamos alguna colección de cromos de ciclismo y fútbol. De los que teníamos repetidos -los ‘repes’- recortábamos las caras de nuestros ciclistas preferidos como Jacques Anquetil, Patxi Gabica, Charly Gaul, José Pérez Francés, Rudi Altig o Julio Jiménez (“El relojero de Ávila”), entre otros… para convertirlos en la imagen de nuestra chapa a la que protegíamos con un cristal que sujetábamos con 'masilla' (algo que olía muy mal), y que era  utilizada por los cristaleros para fijar y sujetar los vidrios en los marcos y junquillos de las ventanas.

Todo entonces era mucho más simple. Para quienes tenían la suerte de vivir en el seno de una buena familia y habían podido estudiar todo era distinto. Pero para el resto y a nivel creativo, la vida era mucho más dura y todo se regía a base de intuición, 'maña' y ocurrencias autodidactas de cada uno en una España que trataba de sacudirse de encima -y también de su cabeza y corazón- la tragedia vivida por nuestros padres, tíos y abuelos en una guerra civil que dejó diezmado a nuestro país.

No existía ni la mitad de la mitad de todo cuanto tenemos ahora. Había que reconstruir una nación destruida que había quedado dividida en dos bandos de colores bien distintos y que estaba gobernada por el líder y jefe supremo de los vencedores en aquella contienda bélica que finalizó en 1939 y a las puertas de la II Guerra Mundial. Hubo que esperar treinta y cinco años al fallecimiento de Franco para que el país iniciase un nuevo rumbo en pos de una “libertad sin ira” -como decía la canción- y una democracia inexistente hasta entonces.

Fue entonces cuando el Rey Juan Carlos I asumió la Jefatura del Estado. España, con ilusión, nuevo talante y el consenso de los políticos de todos los partidos, estrenó una nueva Constitución iniciando el camino de la transición hacia una democracia largamente esperada.

 Pues bien. De entonces a hoy han pasado cuarenta y tantos años y a la vista de lo que está sucediendo en nuestro país, me formulo una pregunta: ¿Qué queda de aquel consenso por quorum? Es que ¿no hemos aprendido nada?

A finales de los setenta España era ensalzada por el resto del mundo al haber conseguido un hito ejemplar y modélico: el cambio radical de la dictadura a un régimen democrático con una transición totalmente pacífica que nos convirtió en un país tenaz y valiente siendo el espejo en el que deberían mirarse otras muchas naciones del globo terráqueo.

Y ¿qué ha pasado? ¿Se nos ha olvidado todo? ¿No les parece triste y hasta vergonzoso lo que estamos viendo y viviendo que es todavía peor? Somos muchos y de todas las ideologías a los que nos parece patético el comportamiento y conducta de muchos de los que mandan. Algo así como los niños que se enfadan en los recreos del colegio jugando con un balón o como las niñas gritando y tirándose de aquellas “coletas” que ya no se estilan desde Pippi Calzaslargas que parecen haber desaparecido del pelo femenino. (No sé si influye en esto el que Pippi, la protagonista de la serie televisiva, se apellidase Langs“TRUMP”).

Estoy seguro de que todos ustedes han escuchado alguna vez eso del “Suero de la verdad”. Como personalmente todavía no lo he probado (al menos eso creo), me pregunto si ¿existe? o si será ¿una tomadura de pelo? Se dice que la mentira se ha instalado en nuestra sociedad. Todos mentimos continuamente. Y para mayor desgracia, también se dice que somos negados para saber cuándo alguien trata de engañarnos o nos está engañando lo cual hace que ya no nos fiamos ni de nuestra propia sombra. 

 Hay quienes piensan que el refrán “antes se pilla a un mentiroso que a un cojo” es absolutamente cierto. Esta teoría se basa en diversos ‘tics’: los que mienten no se atreven a mirarte a los ojos. Al hablarte lo hacen mirando hacia otro lado… También puede delatarles su nerviosismo al mentir y ello les hace mover sus pies constantemente… Tampoco podemos olvidar el conocido ‘Efecto Pinocho’ que les hace tocarse su nariz al no decir la verdad. Los científicos e investigadores siguen trabajando tratando de descubrir la fórmula de un “suero de la verdad” fidedigno que garantice la certeza de cuanto manifiesta la persona interrogada.

Recuerdo que para ver fútbol en Canal + (una televisión de pago), tenías que disponer de un número de código secreto que mucha gente no pagaba, pues se hacían con él “sin pasar por taquilla”. La llamada “piratería” audiovisual era todo un hecho que también afectaba a mis videos. Me recomendaron usar un sistema “anticopy” para mis cintas.

 Cuando estaba a punto de adquirir el sistema un buen amigo ingeniero de telecomunicaciones me comentó: “El anticopy lo inventamos los ingenieros, pero también nosotros sabemos cómo se puede reventar…”. Aquellas palabras me echaron para atrás y no gasté ni un duro en aquel nuevo invento. Sin embargo, sí lo gastaría en algún aparato que me liberase de la tremenda decepción y cabreo que me producen las mentiras de los políticos.

 Si me aplicasen el “suero de la verdad” y este funcionase correctamente estoy seguro de que el diagnóstico sobre mi persona dejaría claro que soy un hombre tolerante, de centro-centro, que puedo discrepar, pero que además cuento con amigos y amigas a derecha e izquierda y en cualquiera de las autonomías del estado español.

 Muchos de los que mandan nos mienten con descaro y “no miran para ningún otro lado”. Les da igual mirar de frente y a tus ojos. Es algo que tienen asumido y superado. Algo que les acompaña y ya forma parte de su ADN… Tampoco podría decirles si mueven o no los pies cuando mienten porque esas imágenes no se ven. Lo que sí garantizo y aseguro es que están perfectamente entrenados para no caer en ese llamado ‘Efecto Pinocho’. En los momentos de tensión se muestran inflexibles, rígidos e impasibles. Como si nada. Como si fueran figuras de algún museo de cera.

 Ante esta manifiesta impotencia que me producen confieso con total tristeza que me siento como si fuera un ciudadano “PP” y no hablo del partido en la oposición sino de que me siento atenazado, sin libertad de movimiento, “pillado políticamente” al ver lo que veo diariamente, con el sentimiento de que se están riendo de todos nosotros tanto unos como otros.

 A pesar de todo voy a seguir firme y convencido en el centro-centro porque mis padres me enseñaron esa frase que dice “Es en el punto medio, en el centro, donde está la virtud del ser humano”… y se lo digo de corazón sin necesidad de ningún suero de la verdad.