Opinión

Julio César Menéndez Argüelles

¡Malditos Togardos!

El primer día saltó la noticia de que se habían encontrado vacías 24 tumbas, unida al rumor de que, por primera vez desde que se promulgase la Constitución se habría visto bajar desde el cementerio de El Salvador hacia el centro una especie de Santa Compaña de almas togadas que mascullaban sentencias en latín. Tras las imprescindibles comprobaciones forenses, las tumbas fueron selladas y el Juzgado de guardia incoó diligencias de investigación, a la espera de identificar a los presuntos profanadores. Pero, durante la segunda jornada otros acontecimientos menores originalmente llamados a pasar desapercibidos, vinieron a sumarse a la inicial alerta:

Primero un pequeño anuncio, insertado en la edición local de LA NUEVA ESPAÑA que rezaba así: “En el día de mañana, con ocasión de la ceremonia de entrega de la Toga de Oro a los más destacados representantes de la Abogacía, que este año se celebrará en el Teatro Campoamor con la destacada presencia de la Presidenta Suprema del Montepío y Mutualidad de los Abogados, Doña María la de Rota; tendrá lugar la presentación al aire libre de un elegante y austero complemento de moda para letrad@s. Concretamente, se distribuirán de manera gratuita entre los asistentes hasta veinticuatro corbatas modelo Mutualidad para abogad@s senior, como la que se muestra en la foto superior”, foto que reproducía a todo color una pequeña y bien aderezada soga de ahorcado.

El segundo, tercer o cuarto hechos concomitantes en este rosario de acontecimientos, susceptibles de producir una reacción en cadena, consistía en la comprobación de que los 24 ocupantes de los palcos laterales de nuestro emblemático teatro, formalmente reservados el día anterior, resultaban científicamente imposibles de localizar, ni mediante el análisis de las grabaciones de voz, que resultaban inaudibles, ni del rastreo por GPS del posible origen de la misteriosa llamada, ni siquiera mediante recursos extraordinarios como el empleo de dos docenas de canes, entre los más avispados de la perrera municipal, especialmente adiestrados a toda carrera para la ocasión por los agentes de la PL, bajo la atenta supervisión del atribulado Teniente de Alcalde.

La histeria colectiva se apoderó de la ciudad. Desde los días del robo de la Cámara Santa o el atraco al Banco Herrero no se había vivido un despliegue semejante... Pero, en este caso por nada, de no ser la confirmada sospecha de que las veinticuatro tumbas correspondían a otros tantos abogados mutualistas que habían fallecido en la indigencia o mayormente a destiempo, dejando igualmente a sus viudas e hijos desamparados de Dios y de la Mutualidad. Y desde que, a pesar del secreto de las actuaciones, trascendiera que el anuncio del diario había sido contratado por escrito con veinticuatro firmas, al pie de la leyenda Asociación de Voluntarios de El Salvador “Malditos Togardos”, ya nadie quería arriesgarse a ocupar el patio de butacas, consternados por el miedo de un asalto furibundo de los veinticuatro espectros, legítimamente cabreados con aquella fatua celebración y sus hipócritas oficiantes.