La Camperona, M. PALICIO

A Javier Fernández le costó ganar la carpa en la que los socialistas celebraron ayer la trigésimo cuarta fiesta de La Camperona. Entre abrazos, apretones de manos y palmadas en la espalda, al recién postulado candidato a la Presidencia del Principado se le alargó el camino corto del coche al «entoldao», mucho mejor que carpa en la definición de una de las asistentes. Estaba «entoldao» también el cielo, pero el secretario general de la Federación Socialista Asturiana no vio los nubarrones ni encontró más que parabienes entre los aproximadamente dos centenares de los suyos que subieron al festejo organizado por la agrupación de San Martín del Rey Aurelio. Aplausos, fotos, culinos de sidra... El auditorio estaba ganado de antemano y daba fe el veterano militante, que gesticulaba ostentosamente su asentimiento desde las primeras filas.

Desde la tribuna ayudaron los oradores, saludando sin excepción al candidato como «el próximo presidente del Principado». Empezó el presentador, Rufino Lastra -coordinador de la agrupación socialista de La Hueria Carrocera-, y le siguieron el alcalde en funciones de San Martín, César Núñez, y el diputado y presidente de la agrupación socialista del concejo, Benigno Enríquez. El protagonista se animó y también él terminó el discurso, poco más de diecisiete minutos, prometiendo que allí hablaría el año próximo el presidente. Ovación cerrada en pie, ahora sí, de todos, incluidos los que al fondo del «entoldao», junto al bar, prefirieron la charla al discurso político durante la hora escasa de parlamentos. Abajo, no demasiada presencia de personalidades con rango más allá de la diputada nacional María Luisa Carcedo y de un puñado de parlamentarios regionales: Faustino Álvarez, Adriana Lastra, Greta Cortina o Clara Costales, entre otros.

Muchos de los asistentes venían de hacer una parada ante la bocamina de La Bornaína, donde no se dejó ver Javier Fernández, en el acto previo de homenaje a los ocho socialistas que fueron sitiados y asesinados allí en julio de 1938. Eran siete hombres y una mujer de entre 22 y 30 años, y el militante Ramón García Montes, que ha dejado por escrito la memoria de aquellos años en su libro «Ángeles rojos sin alas para volar», glosó a las víctimas y repasó «43 años de terror y martirio» sin ahorrar detalles. Los localizaron aquí y los acorralaron, rememoró, durante tres días; «les decían que no les pasaría nada si salían porque no estaban manchados de sangre, pero al salir los ataron unos a otros, les dieron chocolate y pan y cuando se lo estaban comiendo apretaron el gatillo».

El acto comenzó con los sones del himno de Riego a gaita y tambor y se cerró, puño en alto, cantando «La Internacional». En La Camperona, después, sí se oyó el himno pero no se cantó para terminar. Cerró el aplauso a Javier Fernández la Fórmula 1 en el televisor del escenario, fabada y cordero.