Oviedo, M. J. IGLESIAS

Diez millones de prendas procesadas al año, unos 300.00 kilos de ropa recogida llegada de donaciones y ventas en diez tiendas ubicadas en Vizcaya es el balance que arroja Koopera, la forma solidaria de entender la moda, impulsada por Cáritas en Bilbao desde 1990. Esta cooperativa de cooperativas se ha hecho un nombre en el mundo de la aguja y el dedal y ha logrado crear 140 puestos de trabajo. Hoy es el espejo en el que se mira Cáritas Asturiana para impulsar una nueva iniciativa que tiene como objetivo aprovechar y dar un nuevo uso a las toneladas de ropa que llegan cada año a los roperos y parroquias del Principado y de paso generar puestos de trabajo entre los más desfavorecidos de la sociedad.

Cáritas Asturias se apoyará en la experiencia de los vascos y también copiará este modelo de tiendas en las que se vende y distribuye la ropa. La planta de Bilbao se encargará de clasificar y reformar los textiles con el fin de venderlos o repartirlos entre quienes los demandan. La intención en la región es realizar el proceso a través de una red de tiendas, similar a la vasca, que sustituirán a los clásicos roperos desde los que se ejercía la labor caritativa.

En la actualidad Koopera da trabajo a 250 personas a las que se añaden otros 200 voluntarios. El apartado específico de textil ha generado 140 empleos. Otras actividades son la recogida de papel y cartón, alquiler de bicis y cuidado de parques y jardines.

Desde Asturias se mira con lupa a Koopera porque la entidad, una red de cooperativas, ha generado una auténtica revolución en el mundo de la solidaridad y en el apartado concreto de la ropa, un bien de primera necesidad. Josechu González, gerente de Koopera, explica que se trata de una red de empresas de inserción cuyo núcleo se creó en 1990. Añade que uno de los principales cambios impulsados por el proyecto ha sido la forma de distribuir la ropa entre sus beneficiarios.

Y es que la atención tradicional a los necesitados basada en el reparto de prendas en roperos ha sido sustituida por un proceso que González ve «más redondo y ajustado a los tiempos». Todo empieza en la planta de procesado y finaliza en las tiendas. A los establecimientos -actualmente, diez en total- acude la gente con dinero «de mentira», que son vales automatizados de Cáritas. Las boutiques solidarias también están abiertas a quienes quieren comprar a buen precio o simplemente colaborar en un proyecto que tiene como base la ayuda a los demás. También es una forma de fomentar el consumo responsable.

González considera importante presentar establecimientos atractivos con detalles cuidados y una atención esmerada. Tanto en la planta de tratamiento como en las tiendas los empleos son para personas en situación de exclusión social. Josechu González lo sintetiza en una frase: «Parte de la filosofía que sustenta la iniciativa, que se basa en poner la economía al servicio de las personas».

La recogida de las prendas se realiza a partir de contenedores colocados en las calles con el logotipo de Cáritas. Los camiones de la cooperativa recolectan las prendas y las transportan a la planta de tratamiento, con 4.500 metros cuadrados.

Una vez que la ropa se clasifica, se decide su destino. Parte se va a las tiendas, otra cantidad se manda a países como Chile y Rumanía, donde el modelo de venta solidaria arrasa. «Somos una mezcla entre ONG y empresa», indica García, quien puntualiza que la actividad es autosuficiente para financiarse. De hecho, las subvenciones solamente suponen un 10 por ciento de los ingresos de la compañía.

El textil que no es susceptible de reformarse para llegar a manos del público se aprovecha como trapo industrial y como fibra para hacer aislantes de automoción. Otro porcentaje es para aprovechamiento energético en una incineradora en Bilbao. Cáritas de Cantabria es otra de las «clientas» de Koopera. En Guipúzcoa funciona una idea parecida y Cataluña también ha importado la experiencia que, ante todo, para Josechu García, es «un movimiento de colaboración».

Y en ese proyecto también cree firmemente la Cáritas asturiana, el brazo social de la Iglesia, que atiende a 40.000 personas en la región, inmersa en un cambio motivado por el gran aumento de la demanda.

La entidad que dirige en Asturias Adolfo Rivas también prevé encontrar empleo a unos 200 trabajadores de servicio doméstico y cuidados, a través de la nueva agencia de colocación que institucionalizará servicios que hasta ahora se prestaban de modo no oficial.

La organización combinará las búsquedas de trabajos con la intensificación de la formación a colectivos en riesgo de exclusión, como mujeres e inmigrantes, sin descartar tampoco a un número creciente de españoles que solicitan atención.

A los doscientos puestos de trabajo previstos se unirán los que generará el servicio de «catering» que desde Gijón atenderá todos los centros de Cáritas en la región, un nuevo proyecto de recuperación y aprovechamiento de fincas forestales, de la Iglesia y particulares y la iniciativa de reciclaje de ropa, que se tratará en Vizcaya para ser vendida en tiendas en Asturias.

Cáritas aún no tiene estimadas cuantas colocaciones se desprenderán de esas iniciativas, aunque Rivas apunta que no será algo masivo. Rivas matizó que no es que Cáritas vaya a dar empleo a todo el que lo pida. «Se trata de programas para gente en riesgo de exclusión», argumentó. Las clases que se impartirán en Oviedo, Gijón y Avilés irán orientadas a lograr la inserción laboral de sus beneficiarios. «Hemos decidido organizarlo mejor, a través de centros de formación, para que los alumnos puedan, incluso examinarse oficialmente». En Avilés se aprovecharán las antiguas instalaciones de los talleres de encuadernación; en Oviedo, en la parroquia de San Melchor, y en el centro de atención a mujeres reclusas sin apoyo familiar, Prodimar. Más adelante las enseñanzas también se trasladarán a las Cuencas.