Todo empezó en Xivares. Poco antes de las once de la mañana del jueves 5 de diciembre de 2002 un vecino que paseaba por la playa daba la voz de alarma. En la línea de marea del arenal fronterizo entre Carreño y Candás habían aparecido galletas de galipote. La marea negra del «Prestige», el petrolero que el 19 de noviembre se había roto frente a las costas gallegas. Semanas esperando hasta que la tragedia se consumó. Fue en la misma playa a la que la mar arrojó ayer el vertido de fuel de la térmica de Aboño.

Aquella mañana de invierno la marea negra se extendió por toda la costa asturiana, en unas horas aquellas galletas de petróleo alcanzaron 23 playas, desde la tercera de Luarca, en el Occidente, hasta Andrín, en el Oriente. El petrolero con bandera liberiana había arrojado 77.000 toneladas de combustible al mar. La fuga de la térmica de Hidrocantábrico en Aboño fue de 10 toneladas. En Xivares se recogieron la primera mañana de marea negra del «Prestige» en Asturias 6.000 kilos de petróleo mezclado con arena, al terminar el día la cifra se había triplicado hasta los 18.000 kilos.

Pero lo peor estaba aún por llegar. El viento siguió soplando del Norte aquellos días y el viernes por la mañana la imagen de la costa de Carreño era desoladora. Los que vieron a primera hora la playa de Carranques, en la Ciudad de Vacaciones de Perlora, ahora de nuevo cerrada al baño tras la fuga de Aboño, pensaron que nunca más volverían a disfrutar de aquella cala. Una enorme mancha, un monstruo de 50 metros cuadrados de largo por 10 de ancho y varios centímetros de grosor, había tapado la primera de las playas de Carranques. El petróleo manchaba también las rocas y las escaleras de acceso al arenal. A pocos metros en dirección a Candás, en la bahía de Perán, los pescadores y vecinos habían arrancado entre las rocas 5.000 kilos de hidrocarburo.

Muchos han recordado ahora la tragedia del «Prestige», lo que supuso para la costa asturiana y en especial para el concejo de Carreño, uno de los más afectados y que ahora vuelve a ver sus playas teñidas de galipote. El escenario es el mismo pero la dimensión de la tragedia es muy distinta. Ayer se movilizaron 60 personas para limpiar las playas de Carreño, en 2002 se repartieron 15.000 equipos personales de limpieza. A Candás llegó también una marea blanca, miles de voluntarios. En el servicio de Obras se les entregaba el equipo (traje, botas, gafas y guantes) y el Ayuntamiento habilitó el comedor de la Ciudad de Vacaciones para atender a los voluntarios. Algunos volvieron ayer al servicio de Obras, en la calle Pedro Herrero, para ofrecerse de nuevo a limpiar las playas.

Candás tenía ayer el mismo olor que hace nueve años y medio, un penetrante aroma a gasolina que impregnó calles, casas, coches y el alma de los vecinos.