Otur, (Valdés), M. J. IGLESIAS

Asturias cada vez se parece más a Kansas, uno de los estados del mítico «Corn Belt», el cinturón maicero del Medio Oeste estadounidense, de donde sale el 50% de la producción mundial. Al Principado ya llega un poco menos. Porque si ver una vaca resulta difícil en los prados regionales, de un par de años a esta parte, toparse con grandes extensiones de maizal es cada vez más habitual.

El renacer de la panoya coincide con el auge ganadero de las áreas donde están asentadas de las grandes explotaciones lecheras regionales. Va directamente relacionada con la acuciante necesidad que tienen los ganaderos de abaratar los costes de la alimentación de las reses. El cereal, talismán milagroso contra las hambrunas no hace tantas décadas, recoloniza a pasos agigantados la rasa costera occidental, el municipio de Tineo, en el interior suroccidental y los concejos del centro de Asturias -sobre todo Gozón y Carreño- cercanos al mar.

El cultivo que cotiza en los mercados mundiales de futuros y que llegó a la región en 1604 procedente de América en un arca conservada en Casariego (Tapia), dio su primera cosecha en 1605, en las Vegas de Bría, en Castropol y Tapia.

Hoy sembrar una hectárea de maíz en la región cuesta unos 600 euros, con el trabajo de maquinaria incluido. Comprar en el mercado los 40.000 kilos en los que se estima el rendimiento medio por hectárea, supone más del doble de gasto. Un lujo que en tiempos de crisis pocos profesionales del Principado pueden permitirse.

Javier Fernández, jefe de Producción Animal de la Cooperativa Campoastur, con más de 6.000 socios, resultado de la fusión en 2012 de las cooperativas La Oturense, Aacomasi de Gijón, Cosea de Llanes, Cangas del Narcea, Coastur de Valdés y Ugati de Tineo, constata que aumenta la cifra de ganaderos que acuden a solicitar servicios y asesoramiento para plantar. «Atendemos más de un 20% de la superficie sembrada en Asturias y observamos que crece cada año», señala.

Las plantaciones aumentan al ritmo de un cinco por ciento anual desde 2011 y suman ya más de 7.000 hectáreas, frente a las 6.485 que reflejan los últimos censos oficiales de 2009. «En los costes totales de la producción láctea, el de la alimentación del ganado es el más importante, por eso resulta trascendental la producción propia de la mayoría de los alimentos para el ganado», señala Fernández.

El interés por potenciar el cultivo lleva a la cooperativa a ofrecer financiación a tres y seis meses vista para los ganaderos interesados. «Es una forma de ayudar a que se animen a plantar», añade Fernández. La ganadería Chaca, ubicada en Otur (Valdés), con 3,3 millones de kilos de cuota láctea y más de 500 reses en ordeño, es una de las explotaciones asturianas líderes en cultivo maicero. Los sembrados en esta campaña suman 85 hectáreas, 15 más que en la anterior. Todo un logro en una región donde un metro de tierra productiva se cotiza casi como el oro. A pesar de su espectacularidad, el mar de maíz de la llanura oturense, aún resulta insuficiente para cubrir con holgura las necesidades del rebaño, uno de los más extensos de la cornisa cantábrica.

«El problema es que necesitamos más terreno para combinar el maíz con el ray-grass italiano (el césped favorito de las vacas), y no lo hay», lamenta Carlos García, uno de los tres socios propietarios de Chaca, que nació en 2004 como experiencia pionera de fusión entre cuatro ganaderías familiares, de las que hoy quedan tres representantes. Tanto García como sus socios José Ramón González y José Adelino Pérez, aseguran que sin una base propia de alimento para las reses sería imposible mantener la ganadería.

Javier Fernández, de Campoastur, vaticina un esplendoroso futuro al maíz regional, sobre todo por el reto que supone para las explotaciones lecheras ser competitivas una vez que desaparezcan las cuotas de producción europeas en el año 2015. En Asturias ha ido aumentando la superficie por explotación y habitualmente se da una rotación entre maíz forrajero y ray-grass. Ambos forrajes se ensilan para disponer de ellos a lo largo del año. «Se combinan entre sí en la dieta vacuna y proporcionan el principal sustento a los animales», señala García.

Cerca, las vacas pacen la mezcla aderezada con otros nutrientes. El menú se diseña a la carta. De él depende la cantidad y calidad de la leche producida. La explotación vende la totalidad de la materia prima a Nestlé, con una fábrica de Danone en Salas y un centro de producción en La Penilla de Cayón (Cantabria), donde crece la demanda de leche para elaborar cápsulas destinadas a las cafeteras de la marca.

Pero no todo es plantar. Los expertos del Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario (Serida) alertan de que el éxito de las cosechas depende de elegir la variedad adecuada al terreno. Campoastur aconseja a los ganaderos asturianos tanto la clase de semilla como el abono que debe acompañarla, fruto de la experiencia adquirida de la colaboración en los campos de ensayo del organismo público regional. Los informes del Serida indican que el 70% de los costes del cultivo son fijos y solo el 30% depende de la producción obtenida, por lo que a medida que aumenta la producción de maíz por hectárea disminuye el coste total por kilo. Ahora los ganaderos esperan a octubre para medir los resultados de la cosecha, con un mes de retraso por el mal tiempo primaveral. «Las panoyas tendrían que estar formadas y aún no asoman», indica García. Aunque el sol de julio ayudó, perderá el 25% de la cosecha. «Podría haber sido peor», reflexiona.